Opinión

Celebrando el medio año

¡Hay que ver cómo se pasan los medios años! ¡Con qué velocidad el tiempo nos arrastra hacia esa traca final que es la muerte! ¡De qué forma tan vertiginosa nos abalanzamos hacía ese último acto, hacia ese último Juicio, hacía esa lúgubre noche del día nueve, en la que desde un balcón atestado de cargos festeros, una voz suprema premiará a todas aquellas personas que hayan sabido desfilar correctamente por la vida, con compostura, como Dios y la Junta Central mandan, sin salirse de la fila, sin dar volteretas, sin hacer doblete, sin portar petacas ni garrafas, marcando el paso establecido por los cabos…! Hay que ver, decía, cómo pasan los medios años. Los medios años festeros. Esa unidad de tiempo inventada para soportar el vacío interior que dejan las fiestas, para hacer más corta la espera y más soportable el ansia.
Y es que parece que fue ayer cuando inicié mi singladura en esto del periodismo. Yo estaba recién llegado de Tabarca y había decidido instalarme en Salvatierra. Era a mediados del mes de septiembre. Las fiestas habían terminado y me encontré con un panorama desolador. Fue entonces cuando os hablé de una nueva enfermedad, la denominada depresión del día diez o nostalgia del festero.

El caso es que parece que fue ayer y ya han pasado seis meses. Ya sólo quedan otros seis. Hemos llegado al Ecuador, y este domingo más de medio pueblo se trasladará a La Virgen para celebrarlo. Y lo celebrarán hacinándose, empujándose, aglomerándose, restregándose, sudándose, matándose por conseguir una mojá de gachamiga. Y a las siete de la mañana, ya habrá gente degustando calentitos y pasticas en la Casa del Festero. Y a las ocho, la Banda de Música de Villena acompañada por Autoridades, Regidoras, Madrinas, Capitanes y Alféreces empezará con sus compases a recorrer las calles, y empezarán a engarzarse unas personas en otras, como eslabones humanos, formando sinuosas cadenas, y comenzará una diana festera hacia el paso a nivel, y yo, como tantos otros ciudadanos, me preguntaré: ¿Por qué no puede salir la diana del paso a nivel y continuar su recorrido hasta La Virgen por lugares deshabitados? ¿Por qué hay que cruzar el pueblo de esa manera? ¿Quién necesita ser despertado un domingo a las ocho? Y a mí, después de todo, me da lo mismo. Que yo cojo y me visto, y me bajo a comprar churros tan campante. Pero ¿y los niños, y los ancianos, y los enfermos, y los sonámbulos, y los trabajadores nocturnos…?

Y en medio de todo esto, el colmo de los colmos, la gran controversia, una paradoja más. Y aquí sí que quiero dejar claro que no estoy generalizando, que se trata simplemente, quiero creer, de algún caso aislado. Pero lo cierto es que me asomo al gran balcón de mi ciudad, y lo primero que me encuentro es con el individuo en cuestión, capitaneando una fila, sabiendo que detesta todo lo relacionado con el mundo árabe y su cultura y que en cambio se crece y se lo pasa en grande cuando lleva puesto el fez. ¿Acaso nadie le ha dicho que ese gorro de fieltro con forma de cubilete es el mismo que utilizan esas personas hacia las que tanto rechazo siente? ¿Acaso no sabe que el fez también se utilizó en Turquía hasta el año 1925? Y es que estamos hablando también de un individuo que se queja de la excesiva presencia de ciudadanos ecuatorianos en Villena, que piensa que éstos vienen a quitarnos el trabajo, que piensa que se les conceden más derechos que a nosotros (cámbiese por ellos oiga, si cree que están tan bien), y que en cambio se muestra exultante celebrando el día del Ecuador. Menuda confusión. ¿Acaso nadie le ha dicho que estas personas provienen de allí, del más pequeño de los países andinos con una superficie de 272.045 kilómetros cuadrados? ¿Acaso no sabe que el 24 de mayo de 1822, se llevó a cabo la batalla de Pichincha en las estribaciones de este volcán situado hacia la parte occidental de Quito?

En fin, yo sólo aviso, aclárense por favor con sus ideas, sean consecuentes con lo que hacen y dicen, y sepan, que de ahí a la locura, se lo aseguro, hay sólo un paso.

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