Centenarios y recién nacidos
Llegados a este punto temporal en el que vivimos, parece irremediable la condena de los aniversarios. Día a día, año a año, nos vemos envueltos en celebraciones de veinticinco, cincuenta o cien años del nacimiento o muerte de algún artista, historiador o político, cuando no es de la aparición de su obra cumbre. O es de alguna de estas cosas o lo es de todas. También en Villena tenemos de esto: José María Soler, Coros y Danzas, Navarro Santafé
E inmersos en este proceso de las celebraciones, la condena se presenta tan ejemplar como la de Prometeo: al 25 aniversario seguirá el 50, a este el 100, el 250 y el 500
La condena de los aniversarios conduce a la revisión o descubrimiento de la vida y obra del personaje ilustre en cuestión. A la reedición de su obra. A la exaltación de su persona. Y, por supuesto, a la derivación de presupuestos hacia tales legados. Sabemos que la memoria de un país, como la de una ciudad, es importante. No podemos zambullirnos en el Leteo y perder nuestra historia. Pero al tiempo hay que continuar creando hitos, esos que serán los celebrados en el futuro en esa tendencia al infinito que nos conduce a un mañana en que los aniversarios se duplicarán o triplicarán cada día. Pero no podemos quedarnos en tal tremendismo. Entendemos la fórmula. Vivimos en el hoy y del hoy, nada de ayer o mañana. Aunque, ¿si bien es cierto que alguien se preocupa de cuidar del ayer, quién se preocupa de crear el hoy? Los recién nacidos.
Pero más difícil que escabullirse de estas celebraciones, mucho más difícil, es seguir los pasos de los recién nacidos. Jóvenes autores en muchos casos con futuros a lo Van Gogh o a lo Rimbaud, a lo Pessoa o Panero en el mejor de los casos cuyo descubrimiento o seguimiento supone un proceso para avanzados. Se les encuentra en pequeñas salas de exposiciones o en modestas publicaciones (aprovecho para recordarles que el siguiente número de El Barco Ebrio ya está en la calle); se les ve en los llamados espacios alternativos, en ocasiones pasan por nuestras manos gracias a sus victorias en certámenes que luego quedan en el olvido (cuando lo importante de un certamen es el certamen en sí mismo y sus cincuenta ediciones como decir todos es flaco favor el que se le hace al artista). Los recién nacidos, escapistas de la molicie, compaginan un lucha continua entre su creación y su promoción. Entre el interés general y su visión artística. Puede que el nombre de alguno de ellos aparezca mañana en la placa de una calle, es lo de menos. Importa lo constatado, lo certero, lo aniversariable.