Fuego de virutas

Certamen de ortografía

Lo vivido sabía a rareza y era el tercero que se celebraba. En la Vega Baja viene realizándose ya tres años un "Certamen de ortografía" en el que se han implicado diferentes centros educativos con la participación de alumnos de Secundaria y Bachillerato. Por razones que no vienen al caso estuvimos en la entrega de galardones y, sea confesión, la cosa –como se ha apuntado en el arranque de este escrito– nos supo a rareza. Sentíamos como si nos hubieran transportado treinta años atrás. Por lo menos. Cuando aquellos concursos de Coca-Cola. Por lo menos.

Preocupa que un "Certamen de ortografía" suene a Arqueología, a Prehistoria, que ya es esto sonar lejano porque sería como escritura antes de la escritura. Y suena lejano porque seguramente hemos bajado la guardia demasiado al respecto de la corrección al escribir. Con las nefastas consecuencias para el aprendizaje y la cultura que este abandono ha traído. Parecerá insignificante pero escribir bien es pensar bien. Es también saber leer bien y, por lo tanto, entender bien. "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo" —dijo Wittgenstein. No en vano, en los planes de mejora con los que se ha embaucado a los Centros Educativos para entretener a los profesores mientras se les sisa el pan –y pronto será la sal– se recupera el preocuparse por la ortografía desde todas las asignaturas. La avería es tan grande que la realidad es desolación.

Así, por raro que nos pueda parecer en estos tiempos de jergas TIC en los que se abrevian las palabras descuidando toda norma, resulta reconfortante que profesores y profesoras de Lengua y Literatura castellana organicen un concurso para valorar la correcta escritura de un alumnado que chatea y mensajea con los de su tribu pateando a placer la normativa básica de nuestra lengua, como punk patea bailando pogo contra punk, al borde de la agresión. Pero hay jóvenes, más de los que pudiéramos imaginar, que fuera del contexto de las nuevas tecnologías se toman en serio la ortografía y escriben con corrección. El concurso lo valora sin fomento de la competencia entre centros al premiar a los mejores de cada centro y nivel.

Los profesores que intervinieron en el acto recalcaron el valor de la ortografía. Especialmente Manuel García Pérez, profesor en el Santiago Grisolía de Callosa, con mucha sensatez y sobriedad no sé si prusiana. Lo conozco de cuatro conversaciones y seguro que exageramos con lo de "prusiana". Por su porte físico da la imagen de eso, pero luego no cuando habla. Mostrando con campechanía mucha inteligencia. También lo conocemos de alguna lectura a la que él siempre quita importancia como si fuera "fuego de virutas" pero, dándole si quiere la razón, en ese libro suyo que él se empeña en marginar pinta las maneras de buen narrador que tiene. Ahora acaba de presentar uno nuevo que aún no hemos leído, "La memoria del cuervo", ilustrado por Roberto Ferrández. Publicado por la Librería Códex de Orihuela del infatigable Vicente Pina.

También intervino, la también escritora y profesora, Dámaris Navarro Torregrosa, del IES Gabriel Miró, que hizo un discurso bien escrito y bien leído que aun siendo académico fue susurro de belleza y juicio. Antes, disfrutamos con las palabras de bienvenida del Director del Gabriel Miró, Miguel García Ferrer, y en todo momento con la labor mantenedora de la profesora María Encarna Sánchez Zapata. Y que no se nos olvide que en la cocina de la cosa también estaba el amigo, profesor y erudito hernandiano, Mariano Abad Merino, que da lustre al lenguaje cada vez que sentimos su amistad. Ortografía viva.

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