Vida de perros

Chaparrones

Ahora, tras el chaparrón electoral: con sus recuentos de logros, con sus acusaciones de errores, con sus carteles, banderas y pancartas; resulta que llegan los otros chaparrones, los de verdad, y nos muestran una ciudad que bien podría ser calificada como la Venecia del Sureste Peninsular. Como si aquel buen puñado de millones no hubiera dejado alguno para solucionar nuestros problemas fluviales, perdón, pluviales. Ya sé que no es así, que un buen pellizco de aquel dinero se ha invertido en la canalización de la Rambla Conejo, una intervención inevitable puesto que comenzaba a poner en riesgo vidas humanas –y animales y demás, se entiende–.
Otra cosa es que no se hayan podido solucionar algunos otros de nuestros problemas fluviales, perdón, pluviales. La laguna, porque es más que un charco, que cubre la Avenida de Alicante, que se forma con apenas cuatro gotas de lluvia y que puede permanecer allí embalsada más de dos días. El riachuelo que se forma en la Calle San Sebastián con distintas profundidades que se extiende a lo largo y ancho de toda la calzada. Las torrenciales ramblas de agua que para cruzar la calzada obligan al uso de Katiuskas en todas las calles que bajan de la montaña. Los embalses de agua cuando estas ramblas llegan a las vías. Charcos varios que denuncian también el estado de nuestras calzadas. La otra laguna que se extiende desde el paso de las vías en la Calle La Virgen hasta más allá de la gasolinera y que permanece a lo largo de todo el carril-bici durante tres o cuatro días…

Chaparrones como el que obligó a posponer la manifestación del grupo “Villena por Villena”. Una manifestación totalmente legítima que expresaba la preocupación de una parte de la ciudadanía ante la posible formación de un tripartito que gobernara nuestra ciudad. Una preocupación por Villena que siempre debe ser bien acogida. Lástima que al manifiesto que proclamaron se le unieran otros chaparrones provenientes de algunas de las personas que se manifestaban. Chaparrones que pudimos escuchar a través de las radios locales y que más que discursos suponían ríos de insultos y desprecio hacia los partidos susceptibles de formar coalición. Intransigencia, exigencia, menosprecio, injurias, exabruptos, con nombres y apellidos. Tanta vergüenza pudimos sentir algunas otras personas que deseamos como castigo obligar a esas voces a proclamarse cara a cara con los receptores de sus caricias, obligarles a exponerse públicamente, a mostrar su disposición con la ciudad, su civismo, su cumplimiento de las obligaciones civiles, sus aportaciones.

Esto no es la guerra, señora, y siento decepcionarla pero no se va a fusilar ni encarcelar a nadie gane quien gane. De momento lo único que puedo decirle es que actitudes como la suya son las que ninguna ciudad decente presumiría de albergar.

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