El Ordenanza

Como buenos hermanos

El Ordenanza. Capítulo 223

Escena 1

  • ¡Felicidades, Juan Manuel!
  • ¡Gracias, hermanito! Veo que te has acordado…
  • No todos los días se puede celebrar el cumpleaños de un hermano.
  • ¡Calla! Creo que lo llevo regulinchi.
  • Yo te veo igual que siempre.
  • Si no cuentas la hipertensión, el colesterol, el azúcar, los triglicéridos y que, de vez en cuando, me da un ataque de ciática, sí, estoy igual que siempre.
  • ¿Tienes de todo eso?
  • Y más cosas.
  • ¿Más?
  • Presbicia, astigmatismo, miopía, una muela picada, algo menos de un cuarto de hipoteca por pagar, pies planos y una ligera desviación en la columna vertebral.
  • Pues sí que estás hecho un cromo, sí.
  • Pero lo peor, lo peor, es tener un hermano rojo, que encima es el alcalde.
  • Eso no es tan malo.
  • Ni bueno: es como que te huelan los pies. Un rollazo para toda la vida.
  • ¡Oye, que no voy a ser alcalde toda la vida!
  • ¡Solo faltaría eso! ¡Con legislatura y pico ya he tenido bastante!
  • ¡Pues ésta me la acabo!
  • ¿Ésta?
  • La Legislatura. Pienso apurar hasta el último segundo, aunque sea para molestarte.
  • ¡Señor, qué cruz!
  • Míralo por el lado bueno: estando yo de alcalde puedes tener por cierto que no voy a especular con los haberes municipales.
  • A ver si, al final, resulta que existen los políticos honrados.
  • Somos una especie en extinción.
  • Te tenía que haber puteado más.
  • No creas que lo hiciste mal: ¿recuerdas cuando te escondías bajo la cama para agarrarme el pie por sorpresa?
  • ¿Cómo no me voy a acordar? ¡Chillabas como un conejo!
  • ¿Y aquella vez que estuviste más de media hora escondido en la bañera y me saliste cuando me disponía a hacer pipí?
  • ¡Jajajajaja! ¡Te measte enterico!
  • ¡Ti miisti intiriqui! ¡Encima, mamá me zurrió la badana!
  • ¡Jajajajaja! La verdad es que me lo pasaba muy bien experimentando contigo.
  • Entre las toñas que me dabas tú y las que me daban por tu culpa…
  • No fue suficiente. Creo que no puedes negar que te lo pasabas bien.
  • No lo niego: cada noche esperaba ansioso que volvieras de casa de Nuria y que me hicieras el «Piñuelas».
  • No sabes lo que me reía de camino a casa planeando todas esas barrabasadas.
  • Lo imagino, lo imagino…
  • Eras blanco fácil.
  • ¡Me hiciste espabilar a marchas forzadas!
  • No todo fueron putadas…
  • Por supuesto que no: guardo muy buenos recuerdos de mi niñez. Recuerdo cuando me enseñabas a montar en bici en la era que había al lado de casa.
  • Se te daba fatal lo de la bici.
  • ¡Tío! ¡Me tenías horas pedaleando!
  • ¡Anda, exagerado!
  • Esperé a que estuvieses lejos del camino, solté la bici y eché a correr como alma que lleva el diablo.
  • ¡Sí!
  • Sin pensártelo dos veces, te subiste a mi bici y me diste alcance. ¡Te tenías que haber visto la cara!
  • ¡Y tú la tuya! Corriendo entre los pinos como un pollo sin cabeza.
  • He de reconocer que, gracias a tu exigencia, montar en bici ha sido una de mis aficiones favoritas.
  • ¿Y cuando te enseñé a nadar?
  • ¡Jajajajaja! ¡Ese verano tragué más agua que un narval!
  • Lo de nadar tampoco se te daba bien.
  • Es gracioso pensar en esas cosas. Has sido una influencia clara en mi vida.
  • ¡Pues no se nota!
  • Bueno, cada uno es como es.
  • Sí, pero tú eres rojo.
  • Nadie es perfecto. Aún así, te debo muchísimo. Contigo aprendí a tocar mis primeros acordes, compré mis primeros discos, mi primera guitarra… ¿Te acuerdas de ella?
  • Una Byscaine Six stratocaster con pintura craquelada roja sobre fondo blanco.
  • ¿Sabes que las fabricaba Palmer?
  • ¿En serio?
  • Sí. Fue una segunda marca, con una calidad bastante buena para su precio.
  • ¿Te acuerdas de mi Talmus Thunder? ¡Menuda tralla daba!
  • Siempre has sido un poco heavy.
  • ¡Pero no se lo digas a nadie!
  • Tranqui, tu secreto morirá conmigo.

Escena 2

  • No has venido a desayunar hoy, alcalde.
  • Perdonad, chicos.
  • Pues te has perdido un piquete de vecinos de Las Virtudes protestando porque los festeros ya no van allí a almorzar.
  • Estaban en la puerta del Bar Vero, con los estandartes de la Virgen y de la Asociación de Reyes Magos. Un espectaculazo.
  • ¡Madre mía!
  • «Sin Patrona no hay comilona», decían.
  • Bueno, yo… Hoy es el cumpleaños de mi hermano y he desayunado con él. Cumple 60.
  • ¡Te estás volviendo un sentimentalón, alcalde!
  • A mí me parece muy tierno que hayan desayunado juntos.
  • ¡Anda, Gabriela! ¡Que te enternece hasta una escobilla de baño!
  • ¡Juanjo, no te metas con mi churri o…
  • ¿O qué? ¿Eh?
  • … O te meto un anacardo!
  • ¿Tú y cuántos más?
  • ¡Toma anestesia orejil!
  • ¿Pero tú eres gilipollas? ¡Menuda nata me has dao!
  • Te va a pitar el oído un mes.
  • Veo que da igual que no haya estado. Las cosas no cambian.

Escena 3

  • ¡Señor alcalde!
  • Dígame, Avelino.
  • Me he enterado de que es el cumpleaños de su hermano.
  • Así es.
  • ¿Podría usted felicitarle de mi parte?
  • Por supuesto, Avelino.
  • Gracias.

Dedicado a mi hermano Arcadio (24/01/64 – Cuanto más tarde, mejor)

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