Como el Ave Fénix
Mientras sorbo este vino imagino cómo hubiera sido si el Ave Fénix jamás hubiera muerto, si por tanto nunca hubiera resurgido de sus cenizas. Imagino que como un ave más hubiera surcado los cielos, ni mejor ni peor, una más, con sus particularidades físicas, sus características formas de hacer y de vivir, un ave más. Porque solo la muerte la elevaba más allá de lo mundano. La muerte nos alza hasta lo sobrenatural, hasta lo sobrehumano. No caer, no morir, es lo que arrastra a esta sociedad nuestra a lo terrenal, al sufrimiento y a la esclavitud. Morir es redentorio, lo sabemos desde antes de que Roma fuera Roma, y así lo encontramos desde las más remotas leyendas mitológicas hasta las más modernas de nuestras religiones.
De ahí que nuestros gobiernos no nos dejen morir: mejor siempre enfermos eso tampoco, vistas cómo están las cuentas de la Sanidad pública. Y así, en una sociedad enferma es donde se prefiere vivir. Una sociedad como un coche viejo: llena de apaños, de dolencias crónicas, de piezas mecánicas extrañas, importadas. Un coche viejo cuyo mantenimiento, cuyos repuestos, triplican el precio de los que necesitaría un coche nuevo. Un coche viejo con muelles que se nos clavan en las nalgas, con puertas que es necesario cerrar para que otras se abran, con caramelos, papeles y otras extrañas piezas escondidas bajo los asientos o la tapicería. Un coche viejo que da pereza utilizar por el esfuerzo que supone hacerlo: girar ese volante que parece clavado al suelo; llenar a precio de oro ese depósito que parece evaporarse a cada kilómetro recorrido. Así es como veo esta brillante y tecnológica sociedad moderna en la que vivimos. Eso es en lo que la hemos convertido: nuestro sistema de gobierno, nuestras instituciones, nuestro Estado del Bienestar
Ninguna alegría, ninguna ilusión, tan solo pereza y aprensión. Si ni siquiera podemos hacer cosas tan tontas como unificar en una sola tarjeta el DNI, el carnet de conducir y la tarjeta sanitaria (es más, es necesario presentarlas de dos en dos).
Es una pena que no seamos capaces de morir, que prefieran mantenernos en esta larga enfermedad. Porque solo la muerte nos dará una posibilidad para conseguir una sociedad mejor. Más sabia. Sin necesidad de arrastrar los cansados y peligrosos rencores que nuestra política moderna es incapaz de refrenar. Morir y resurgir como el Ave Fénix. Eso o continuar padeciendo una maquinaria que nadie es ya capaz de dominar, donde tan solo parecemos conseguir el éxito que procuran los atajos, los vacíos y los recovecos del sistema. Mejor morir: porque esto no funciona bien. No. No funciona bien si nuestra aspiración es la Felicidad. Morir para abandonar la esclavitud. Porque ya está bien de sostener sobre nuestras cabezas este pesado trozo de mierda. Ya es hora de ir pensando qué coche compraremos cuando salgamos del desguace.