Y con ellas me refiero tanto a ciertas películas como a los personajes femeninos que protagonizan algunas de estas. En cuanto a las primeras, debe señalarse que los filmes que, por el motivo que sea, han suscitado algún tipo de controversia, han existido desde que el cine es cine: recordemos el episodio de óptica racista y pro Ku Klux Klan de ese clásico -indiscutible por razones ajenas a la ideología plasmada en sus fotogramas- que es El nacimiento de una nación de David W. Griffith. Por tanto, sería muy de extrañar que en estos tiempos que nos ha tocado vivir, tan proclives a la corrección política y a cogérsela con papel de fumar, y donde los linchamientos públicos en redes sociales están a la orden del día, no surgiera de vez en cuando algún que otro film llamado a desatar el escándalo. Un buen ejemplo de ello es el programa doble que les recomiendo en esta ocasión.
Hablar de provocación en el cine actual es hablar de Paul Verhoeven. Y no precisamente por su etapa holandesa, a pesar de que en ella se hallan sus piezas más explícitas en cuanto a contenido sexual: recordemos filmes como Delicias holandesas, Delicias turcas, Katty Tippel o esa pesadilla kafkiana filmada que es la excelente El cuarto hombre. Porque ni que decir tiene que fue cuando dio el salto a los Estados Unidos, gracias al alcance que tiene el cine surgido de los grandes estudios de Hollywood, cuando su nombre se convirtió en sinónimo de escándalo. Verhoeven saboreó primero las mieles del éxito con Instinto básico, la película más influyente del thriller de comienzos de los años noventa con permiso de El silencio de los corderos y Seven; para después fracasar (pero con estilo) con la incomprendida y hoy muy reivindicada Showgirls, esa versión desatada y voluntariamente hortera de Eva al desnudo. Pero no solo de sexo vive Verhoeven: recordemos también que muy pocas veces se pudo ver en una cinta comercial de aquellos años (y tampoco de estos) una violencia tan gráfica y una mirada tan turbia como las que reflejaban los fotogramas de películas de género como RoboCop, Desafío total, Starship Troopers o El hombre sin sombra.
Por todo ello, cuando se anunció que la nueva película del director de Elle -otra que tal- iba a contar el caso real de Benedetta Carlini, una monja de la Italia del siglo XVII que aseguraba experimentar visiones de origen divino y que fue procesada por mantener relaciones lésbicas con otra novicia, quienes gustamos de su cine y del cine que no teme sacudir las conciencias más pacatas nos frotamos las manos ante la posibilidad de encontrarnos ante uno de sus mejores trabajos. Y, en efecto, Benedetta no queda lejos del nivel alcanzado en Los señores del acero -cinta hermana de esta, y no solo por la ambientación medieval- o la más reciente El libro negro, al relatar este episodio histórico marcado por el encuentro de la iconografía religiosa y la imaginería erótica, plagado de presuntas visiones místicas, y donde -entre otros hallazgos muy del gusto del ya octogenario director- una figura de la Virgen María acaba utilizándose como consolador.
En cuanto al reparto, una excelente Virginie Efira encarna a Benedetta con una fuerza desbordante; y la naturalidad y frescura de la joven Daphne Patakia en la piel de la espontánea Bartolomea aconseja que apuntemos su nombre como el de una actriz a seguir con atención. Pero quienes se ganan a la audiencia de calle son dos intérpretes más veteranos: por un lado Charlotte Rampling, de la que ya hablamos la semana pasada con motivo de Dune, y que aquí cuenta con un rol casi tan importante como el de la protagonista y con el que demuestra por qué es una de las grandes damas del cine europeo en activo. Por otro lado, Lambert Wilson ofrece una de sus mejores interpretaciones encarnando al nuncio Alfonso Giglioli; y aunque tarde en aparecer, una vez hace acto de presencia se convierte en el centro de atención de cada escena en la que interviene. No sería ningún disgusto, por tanto, que Verhoeven los volviese a reclutar... sobre todo si consigue llevar a cabo su ansiado proyecto sobre Jesús de Nazaret. Seguro que, al igual que como sucedió con el estreno de La última tentación de Cristo en 1988, tendríamos montado otro cristo similar al que provocó entonces Martin Scorsese... o uno todavía más gordo.
Lógicamente, todo el mundo sospechaba que Benedetta iba a ser la película escándalo del Festival de Cannes... pero finalmente otra cinta francesa le arrebató este honor (para muchos, dudoso) y, no contenta con ello, terminó ganando la codiciada Palma de Oro entrando así por la puerta grande en la historia del cine. Y es que Titane ha convertido a su directora, Julia Ducournau, en la primera mujer en ganar en solitario tan prestigioso galardón en los setenta y cinco años de vida del certamen (Jane Campion, que lo obtuvo por El piano, lo compartió con el chino Chen Kaige por Adiós a mi concubina). Y aunque la crítica internacional ya le tenía echado el ojo a esta realizadora gracias a su debut, la impactante Crudo, nadie podría haber adivinado entonces que con su segundo largo iba a hacer Historia.
Titane es una de esas películas que pueden calificarse como de experiencia sensorial, pero no en el sentido casi new age de, para entendernos, la misma Dune. Y es que aunque se trate de un relato donde imagen y sonido están cuidados hasta el más mínimo detalle, la intención de sus responsables está muy lejos de ser la de que el espectador se relaje o entre en una suerte de trance. Muy al contrario, desde el primer momento en que llegamos al tiempo presente, con un magistral plano secuencia que puede recordar al cine de Gaspar Noé -el autor de Irreversible o Clímax, y otro nombre clave del cine galo actual que de provocar sabe bastante-, Ducournau sumerge al público en una experiencia extrema que pasa por la amalgama de otros referentes igualmente reconocibles: el más obvio es la Nueva Carne de David Cronenberg, de Videodrome a Crash pasando por su célebre La mosca; pero también se puede evocar los nombres de otros enfants terribles del cine contemporáneo, como Michael Haneke (la escena del incendio provocado), Lars von Trier (la tentativa de aborto clandestino) o Quentin Tarantino (la matanza a ritmo de música de baile). Lo de la “Macarena” de Los del Río, lo confieso con franqueza, no sé muy bien de dónde sale.
Pero a pesar de que se puedan detectar los diferentes orígenes de ciertas resonancias, la cineasta consigue que semejante mezcolanza se experimente como un relato orgánico: desde la primera secuencia a modo de flashback con el relato de los orígenes secretos de la protagonista hasta una conclusión que se vive y se sufre como si no pudiese haber otra posible, el espectador sigue con creciente interés a los dos personajes principales, una joven asesina en serie que se siente atraída por la carrocería metálica de los automóviles y un veterano bombero adicto a los esteroides que perdió a su hijo y está dispuesto a recuperarlo cueste lo que cueste. Dos personajes límite encarnados por la desconocida Agathe Rouselle -un descubrimiento de los que no se olvidan fácilmente- y el cada vez mejor actor Vincent Lindon, ambos absolutamente deslumbrantes y embarcados en un film que reflexiona sobre la identidad de género y la necesidad de ser amado; y que, para más escándalo (o más inri), es de naturaleza decididamente fantastique. En efecto: esta vez una película de género fantástico se ha llevado por fin la Palma de Oro de Cannes. Casi nada.
Benedetta y Titane no solo tienen en común su nacionalidad francesa y la capacidad de escandalizar agitando sexo y otros elementos como la religión y la violencia dentro de la coctelera, pues ambas están protagonizadas por mujeres de carácter y muy alejados de estereotipos rancios. No obstante, tampoco es que haya que reescribir la historia y olvidar que hubo un tiempo en el que la gran mayoría de los personajes femeninos respondían a los arquetipos de la abnegada ama de casa, la damisela en apuros o la femme fatale. Por ello deberíamos hacer un hueco en nuestras bibliotecas al libro de Carlos Aguilar Eurosexy, un auténtico deleite para la mirada (en todos los sentidos) que glosa la presencia femenina en el cine surgido del Viejo Continente en las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta. Los límites temporales de esta propuesta los marcan la relajación de la censura a finales de los cincuenta y el nacimiento de la pornografía a comienzos de los setenta. Entre un momento y otro el cine europeo, ya fuese de género o de autor, cómico o terrorífico, se vio invadido por una serie de actrices que o bien alcanzarían fama a nivel mundial (quién no recuerda a unas jóvenes Brigitte Bardot, Claudia Cardinale, Sofia Loren o Gina Lollobrigida) o bien se forjarían una categoría de figuras de culto (Marisa Mell, Caroline Munro, Barbara Steele, Edwige Fenech y tantas otras). Una galería de féminas, en definitiva, que como su propio autor indica en el prólogo no sería difícil que escandalizase a más de uno y más de una en estos tiempos de conservadurismo y mojigatería.
Todo ello queda glosado en las páginas de Eurosexy con el rigor del historiador más granado pero sin renunciar al subjetivismo del crítico que ejerce su derecho a opinar sin trabas y del cinéfilo que añora con nostalgia tiempos pretéritos que considera más libres y mucho más divertidos que los actuales. Y como no podía ser de otra forma, el volumen está profusamente ilustrado, pues incluye más de mil imágenes de fuentes heterogéneas (fotogramas en color y en blanco y negro, carteles tanto españoles como extranjeros, cubiertas de libros y revistas, etcétera); y la maquetación está realizada con un mimo digno de todos los elogios y ya característico de la editorial Quatermass y de su alma máter Javier G. Romero. El resultado es un festín visual de primera categoría.
Y de otra provocación, esta surgida de la misma Fábrica de los Sueños, nos habla Luis López Belda en Hollywood provocador: un recorrido por películas, algunas muy populares y otras más desconocidas, que se realizaron en tiempos pretéritos (la mayoría a lo largo de la fructífera década de los setenta), y que sería inconcebible que se rodasen hoy sin suavizar, cuando no eliminar de cuajo, algunos de los temas o aspectos más característicos de su relato.
El recorrido que propone López Belda arranca con diez títulos que considera imprescindibles por su alta capacidad de provocación (insistimos, mucho más hoy que en su día). Es el caso de clásicos hoy tan respetados como Lilith o El seductor, y de películas de culto como Harold y Maude o la estupenda Caído del cielo de Dennis Hopper; pero también de películas menos conocidas, como La muchacha del sendero o El madre, la melones y el ruedas -que uno de los protagonistas de esta última sea el hoy juzgado y condenado Bill Cosby incrementa todavía más su percepción actual como material sospechoso-. A continuación, glosa otros muchos títulos diferenciando según la clase de contenido que podría generar hoy un más que posible escándalo: el sexo en la mítica El graduado, Conocimiento carnal, la impactante Deliverance o comedias en su día tan inocentes como Risky Bussiness o Despedida de soltero; cuestiones de cariz ideológico en Entre pillos anda el juego, la futurista Rollerball o las reivindicables Camino recto y El camino de Cutter; o razones más explícitamente políticas o histórico-sociales en filmes como Missing, El cazador, Alguien voló sobre el nido del cuco, Veredicto final o mi adorada Serpico. Como se ve, un buen puñado de títulos entre los que no faltan varias obras maestras. Obras maestras incontestables... que hoy serían contestadas, y no precisamente por razones exclusivamente artísticas, mal que nos pese a algunos.
Nota bene.- El próximo miércoles 3 a las 20 horas tendrá lugar la presentación del libro Hollywood provocador en la librería alicantina 80 Mundos. El acto contará con la presencia del autor y del escritor (y guionista cinematográfico, y también avezado cinéfilo) Mariano Sánchez Soler como maestro de ceremonias. Aprovechen ahora que todavía se puede hablar en público de películas que hoy no se podrían hacer, porque quizá pronto también esto esté mal visto.
Benedetta y Titane se proyectan en cines de toda España; Eurosexy y Hollywood provocador están editados por Quatermass y Cult Books respectivamente.