De recuerdos y lunas

Costaleros

En los tiempos de la crisis de ahora se nos dice repetidamente por quien nos gobierna que hay que arrimar el hombro. Que entre todos lo podemos solucionar. Esto se nos dice con insistencia por quien nos gobierna y por quienes corean a quien nos gobierna. En un anuncio al respecto se dice "entre todos" y no se dice "entre todos y todas" o "conjuntamente", como quieren esas recomendaciones laberínticas para el lenguaje contra sexismos, pero...

¿Por qué no se nos dijo antes lo de arrimar el hombro?... ¿Por qué no siempre?... ¿Por qué se ha dejado estos años que cada uno vaya a la suya en esta jungla que es la economía de mercado si nos olvidamos de los otros?... Si vivimos en sociedad, porque seres sociales somos, el hombro habría que arrimarlo siempre. Que no está bien el colocarse bajo las andas de lo común y fingiendo ser soporte dejar sobre los que nos rodean todo el peso del santo.

Afortunadamente, sin necesidad de que nos insten a ello, costaleros somos muchos mucho tiempo. Costaleros nos sentimos porque durante muchos años madrugamos para preparar las tareas e ir al trabajo. Día a día. Y en el trabajo todos los días apechugamos al cien por cien. En nuestro caso por convencer a la juventud un día y otro día de la importancia de una buena formación, incluso peleando contra impertinencias sindicales y caprichos de pedagogos. Por convencer a la juventud de que no le preocupen ni el futuro ni las lindes. De que si se tiene una buena formación no hay fronteras para ejercer con profesión y ciudadanía. Porque profesión y ciudadanía es cumplir cada uno con su obligación. Ser profesional, ser ciudadano, ser buen profesional, ser buen ciudadano, es ser costalero. Porque costaleros somos cuando pagamos y pagamos impuestos. Directos e indirectos. Costaleros somos cuando nos desvela y nos duele la pobreza de los otros. Costaleros somos cuando vemos con preocupación, ya demasiadas tardes, justo al anochecer, colas de gentes que se forman en las oficinas de contratación temporal. Pidiendo el trabajo por favor para mañana porque para mañana no tienen pan. Llevando de la mano a nuestras hijas, mientras el sol se pone, nos acongojan estas colas y las caras que nos recuerdan las colas y las caras que hemos visto en las fotos de los libros de texto cuando explicamos el crack del 29. Aquella gran crisis que trajo la especulación. La fiebre del dinero fácil. Dinero sin esfuerzo. La fiebre de la ambición. —Parecía absurdo vender una acción a treinta cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor —escribe Marx –el Groucho– cuando rememora su experiencia y la ruina de los felices años veinte. Parecía absurdo hasta que llegó la debacle.

Costaleros somos cuando nos solidarizamos y dejamos algo de nuestro jornal en alguna institución u organización solidaria para que, con lo poco nuestro, acaso se eche alguna pella para tapar algún agujero de los abismos profundos de los hombres. Costaleros somos como Cireneos que cogen la cruz de los otros que no pueden soportar la cruz. O como Verónicas que enjugan sudores y sangres. Costaleros somos cuando llevamos los dolores de las Dolorosas del mundo, mujeres y hombres que sufren por maltrato y abandonos y que sufren por sus hijos que no tienen pan, costaleros somos cuando llevamos a todos los Cristos violentados en las columnas de ahora, en las cruces de ahora, Cristos con espinas y Cristos muertos de ahora. Pero costaleros somos también, Dios no nos las quite, cuando sobre nuestros hombros llevamos la Esperanza y la Resurrección.

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