Costillas de contribuyente
Los impuestos son necesarios, sí, pero por necesarios duele el despilfarro; duele cuando se malgastan

Lo leo en el libro que Juan Sánchez Galera dedicó al censo de Augusto: El censo de Augusto. La ley que Dios obedeció (La Esfera de los Libros, Madrid, 2024). Y leo que el historiador Suetonio cuenta sobre Tiberio que algunos gobernadores de provincias le aconsejaban que aumentase los tributos, y les contestó que el buen pastor trasquilaba a sus ovejas, pero no las desollaba.
Con razón aquello –visto en "El latín del día" de Ricardo Soca y atribuido a Santa Brígida criticando la codicia de la jerarquía romana por el dinero– de: Curia romana non curat ovem sine lana. Esto es: La curia romana no se ocupa de las ovejas sin lana.
Sabiéndome oveja en rebaño contribuyente, exijo estar al cuidado de ese buen pastor que decía Tiberio. Ese que trasquilándome necesariamente para un común beneficio social no me descarne.
Porque los impuestos son necesarios, sí, pero por necesarios duele el despilfarro; duele cuando se malgastan. Ya en fastos inútiles, marginando prioridades, ya –y peor– cuando se dilapidan en la corrupción sirviendo a placeres e intereses particulares. Desuello que vierte sal en carne viva. Desuello y… ¿Canibalismo?
En el libro de Mariano Pardo de Figueroa y José de Castro y Serrano, La Mesa Moderna. Cartas sobre el comedor y la cocina cambiadas entre el doctor Thebussem y un cocinero de S.M., obra de 1888, se denuncia el despilfarro de muchos ayuntamientos en banquetes y festines pantagruélicos a costa del erario público, menús pantagruélicos de decenas y decenas de platos que podrían resumirse –así se concreta en una de las misivas– en Costillas de contribuyente guarnecidas con miserias humanas. Un menú caníbal al fin y al cabo. Sí, de festines propios de antropófagos.