Coto y Señorío de señorías y senadores
En esta sociedad mercantilista donde florece, a cada vuelta de esquina, la deslealtad, la competencia sin entrañas y la hostilidad de la jungla de cemento, la clase política española se aleja, cada vez más, de los principios que tanto pregonan. Ese noble concepto de utilizar los cargos públicos como instrumento para transformar, para servir, para devolver al pueblo lo que el pueblo les dio, se ha ido desvaneciendo en el tiempo.
Acceder a la política ya no es un servicio temporal. La caducidad tiene trampa porque desde un tiempo a esta parte el asalto al espacio político no es más, en muchísimos casos, que un trampolín para el beneficio personal y el provecho premeditado de ambiciones particulares. Y estos ejemplos, en tiempos de crisis, causan el vómito y la indignación con la sensación de que se sirven del país, no al contrario.
Los Diputados y Senadores de esta querida España con siete o nueve años en su sillón pueden retirarse a sus privilegiados aposentos con el 80% de sus hermosas nóminas, los que hayan computado de nueve a once años con el 90%, mientras los que se mantengan más de once años el 100% del sueldo como pensión. Ingenuo de mí al pensar que una vez cesado el servicio acababa la remuneración.
Nuestras Cortes Valencianas aprobaron esta misma medida el verano de 2006, no llegándose a aplicar por no dispensar los gobiernos autónomos de competencias en materia de pensiones. Asimismo tienen pensiones vitalicias los presidentes y expresidentes de cualquier gobierno nacional o regional de nuestro país. Enrique Múgica, Defensor del Pueblo, afirma que los gobernantes, representantes de la Soberanía Popular, no pueden compararse con el resto de ciudadanos y por lo tanto no existe discriminación.
El viejo romanticismo del político que trabaja para el acomodo de los demás se ha convertido en un oficio para el acomodo propio y personal. Las señorías, con su beneplácito y silencioso consentimiento, me recuerdan cada vez más al cacique señorito andaluz o a los señoríos de la nobleza medieval. Del todo por el pueblo y para el pueblo estamos pasando al todo lo del pueblo para mí. Ya no sirve el sálvese el que pueda, mejor el arréglese el que pueda. Con más de cuatro millones de parados y el panorama económico insostenible debería, la clase política, dar ejemplo con gestos solidarios, apretándose, ellos también, el cinturón.
Por lo tanto nuestros representantes políticos, electos por el pueblo y que trabajan y legislan para todo el conjunto de españoles, bien podrían compartir las desdichas ajenas. Que mientras la plebe está en un ¡Ay! ellos aprovisionan sus despensas. La Cámara Alta y la Baja, así, ya están blindadas de angustias futuras. Lo mismo que Botín, Francisco González y el resto de la gran banca, pero desde la legalidad pública. De modo que sus señorías, como escribió Góngora, ándeme yo caliente y ríase la gente.
Pero afortunadamente no todos son iguales. Los que siguen alzando la voz desde las minorías, silenciados casi siempre por los medios de comunicación, tienen la ocasión y la tentación de brincar a un gran partido con opciones ganadoras. Si no lo hacen es que sigue existiendo la esperanza, la esperanza de una regeneración ética en la clase política. Si no fuera así mejor hacerle caso a Saramago en su Ensayo sobre la lucidez: que no les vote nadie.