Cuando falta un plan
Cuando falta un plan y el uso del tiempo se deja al azar, predomina entonces el caos…
Víctor Hugo, autor de una variada, apreciada y extensa producción literaria (poesía, novela, teatro, crónicas de viaje, correspondencia, discursos políticos...) afirmaba:
El que prepara todas las tardes su programa de actividades para el día siguiente, y lo sigue, tiene en sus manos un hilo que le guiará a través del apretado ritmo de la vida diaria. Pero cuando falta un plan y el uso del tiempo se deja al azar, predomina entonces el caos.
Aquí la importancia de organizarse, de planificar, de programar. Contra el caos. Lo malo es cuando por tanto programar no queda tiempo ni lugar para desarrollar el objetivo y llegar a la meta.
Conocimos a personas que pecaban de esto. Conocemos a personas que pecan de esto. Diseñadores de magníficos proyectos que nunca llegan a puerto. Retenidos en los sargazos del qué y cómo hacer. Entretenidos en bucle sin solución. En definitiva, faltándoles un plan.
Cierto y verdad.
Mis alumnos, desde pequeños aprendían a planificar sus actividades diarias. Igualmente entendían que esa planificación no tiranizaba su tiempo y actividades, sino que siempre era susceptible de cambios.
Lo caótico, la mayoría de las veces, constataba que no había orden ni concierto en algo tan sencillo como organizarse sus tiempos de trabajo/tareas u ocio. Así, había algunos que entraban algo «desconcentrados» y preferían ir a los rincones de juego a sabiendas de que habían una tareas que hacer a lo largo de la mañana. Nunca hubo problema alguno porque en ese plan cabía todo y así, poco a poco, fueron buenos gestores de su tiempo (sin frustraciones ni vaguedades) para lograr los objetivos que nos proponíamos de forma conjunta, haciéndoles partícipes.