Cuando un amigo se va
Siento honda pena por un amigo perdido y es éste un buen momento para la reflexión. Porque si lo pensamos bien no somos nadie, aunque cuando desaparecemos es cuando más se nos recuerda y se nos quiere. En muchas ocasiones los amigos habíamos bromeado sobre quien sería de todos el primero en faltar. En ese momento cada cual explicaba su última voluntad. Todos queríamos caer de modos apoteósicos y hedonistas: Entre un montón de mujeres, al finalizar La Entrada en medio del delirio, en alta mar a bordo del Azor, a lomos del caballo de Terry
¡Pero tuviste que ser tú!, amigo Toni, el primero en partir. Recuerdo tu último día. Ibas vestido de negro como aciago presagio de lo que te iba a ocurrir. ¡Cómo se te ocurre vestirte de negro! Con lo elegante que estabas con tu traje de Moro Nuevo, que a ningún otro le sentaba la mochila como a ti. Que el gracejo con el que balanceabas tus pantalones bombachos de raso amarillo jamás ha sido superado, ni siquiera en los tiempos de Cara Torta.
¡Cómo se te ocurre vestirte de negro! Con lo místico que ibas con tu traje de nazareno de la Cofradía del Cristo de las Penas. ¡Otra vez las Penas! Con la innata alegría que siempre te envolvía. Era facilísimo distinguirte bajo el capirote. Cuando ibas en procesión ya sabías donde esperábamos para aclamarte, y desde un kilómetro antes ya ibas saliéndote de la fila agitando el brazo para saludarnos. Por si todo esto fallaba, tú ya habías convenido con nosotros que mirásemos al suelo porque calzarías unos castellanos con antifaz de color Rioja, antes llamado Burdeos. ¡No había detalle que se te pasara!
La vida te mandaba continuamente tragos amargos, como cuando tu afamado equipo de fútbol sufrió sendos e impresionantes cañazos en cada una de las dos finales que jugó de la Champions. El fantasma del cenizo se cernió sobre tu cabeza y en la Peña Valencianista nada más quisieron saber de ti. ¡Con lo que tú trabajaste por ellos!
Y cuando llegó tu hora nos dejaste huérfanos de amistad. Siempre recordaremos tu capacidad de organización, tus dotes de liderazgo y tu destellante carisma que nos eclipsaba. ¡Qué buen cartel tenías allá donde ibas! Cada vez que en la actualidad nos reunimos para salir a cenar en hermandad y luego vamos a hacer un poco el golfo durante la madrugada, te recordamos. El primer recuerdo siempre es para ti. La tentación de tomar el teléfono portátil y marcar tu número es algo más que un gesto, a sabiendas que al final de la línea ya no estás. ¡Con el tremendo poder de convocatoria que tenías! Cada vez que nos llamabas para invitarnos a una comida nos alegrabas la vida.
Una pena que ya no te encuentres entre nosotros. ¡Maldita última tarde! ¿Se pudo evitar la tragedia? ¿Estuvimos lentos, acaso? Llevabas el rostro desencajado y el contraste con tu terno negro te mostraba casi como una aparición. Con los estertores de la agonía te subieron a un coche negro que arrancó con brusquedad y partió chillando rueda. Y a partir de entonces dejaste de estar entre nosotros y comenzaron a llamarte Don Antonio, y tu lejanía de Villena se acentúa conforme pasa el tiempo. En Elche vives casi en las antípodas y te has convertido en todo un aborigen que te emocionas ante la Dama o cuando presencias la Noche del Alba frente a la Basílica ¡Qué gran San Pedro para el Misterio!
Amigo Toni, a pesar de los pesares tus amigos no te olvidamos. Aquí tienes la prueba.