Cuentas
Aunque abandoné las Matemáticas demasiado pronto, pues la última vez que las cursé como asignatura fue en segundo de BUP lo que hoy equivaldría a cuarto de la ESO, nunca he perdido mi admiración por ellas. Por cierto, de aquel curso 1978-1979, nunca olvidaré la ayuda de mi compañero de clase José Pérez Espinosa Pepe Pérez que adelantando su futuro magisterial resolvía nuestras dudas en aquel presente. Nuestro profesor era entonces Eduardo Llopis Castelló, joven y recién licenciado que a más de uno nos puso las pilas en la deducción. Había que pensar.
Demasiado pronto decía del abandono porque siempre resulta útil esta ciencia. Así lo comprobé cuando en primero de carrera, en la asignatura "Geografía General Física" que nos impartía Enrique Matarredona Coll, autor en aquellos tiempos de su tesis sobre el Alto Vinalopó, eché de menos el estar más familiarizado con los números. Y no menos en tercero en "Técnicas de investigación histórica", asignatura impartida por el singular Manuel Oliver Narbona, que nos increpaba con aquello de "quien no ha ido a Pau es un fascista". Lo decía no por "El último tango en París" sino por los congresos que organizaba allí el historiador Manuel Tuñón de Lara y donde el botafumeiro de la metodología del marxismo ortodoxo, el materialismo histórico, ahumaba el espíritu de los fieles discípulos historiadores. Para exculparnos, frente a la arenga cachonda de Oliver Narbona, más cachonda al exagerarla con voz gruñona, retrucábamos que habíamos nacido en el 63; que cuando Franco murió teníamos solamente doce años. En aquella asignatura, para resolver las dificultades matemáticas nos resultó útil un librito cuyo título denuncia con claridad su objetivo. Me refiero al "Floud". Al "Métodos cuantitativos para historiadores" de Roderick Floud.
Por último, respecto a las Matemáticas, referiré que mi padre siempre nos quiso buenos contables. Él sobradamente lo era. Mis hermanos sí que aprovecharon más sus sabidurías en tenedurías y balances, yo por mi pasión por letras y artes ingenuamente menos. A pesar de su voluntad y paciencia por enseñarme contabilidades, no pudo contra la mía que era más de literaturas y músicas aunque, gracias a Dios, algo ha quedado en mi espíritu de su saber. Por ello no suelo gastar por encima de lo que ingreso y me inspiro en la costumbre también heredada de mis abuelos que es la contabilidad sabia y necesariamente prudente de los agricultores. El por si la pedreguera, o la helada, o la plaga... Que hace del pertinente ahorro fundamento de la empresa.
¡Qué duda cabe que las Matemáticas son útiles! Pero por lo que contaré voy echando de menos el que la gente sepa sumar. La primera vez que lo escuché me pareció ignorancia, pero sentido más veces parece que el error quiere aprovechar la desmemoria de la gente. Me refiero contra quienes dicen que nuestra democracia actual es el régimen democrático más duradero que hemos tenido los españoles. Esto dicen. Pero todavía no es esto porque, aunque nos pese, nuestro periodo más estable es aún el de la Restauración (1875-1923); si se quiere con sus contradicciones y escasa representatividad, pero no menos contradictorio y poco representativo que otras democracias occidentales de la época. Si contamos, este periodo resulta, mes arriba mes abajo, cuarenta y ocho años; mientras que si contabilizamos el actual, digamos desde la Constitución de 1978, resultan treinta y dos. Y unos dos y pico más si queremos inmediatamente desde la muerte de Franco. Así, nuestra democracia actual, por mucha democracia que sea, no es todavía la más duradera de nuestra historia.
Es lo que tienen los números: Que los números son los números.