Culto al cuerpo
Lograr un cuerpo espectacular cuesta tiempo, dinero y mucho sacrificio. El culto al cuerpo no es esnob, que ya los clásicos fundaron el clasicismo en la belleza del cuerpo humano. La oscuridad del medioevo y la opacidad de la iglesia justiciera, lo relegaron al ostracismo del ámbito privado. Los artistas han indicado, en cierto modo, la forma de la belleza del cuerpo humano. Mens sana in corpore sano, representa de modo intuitivo una afirmación de la belleza natural. Natural en el sentido aristotélico del término.
En la actualidad los cánones de belleza los marcan los modistas, diseñadores y estilistas. Sin ánimo de generalizar ni de ofender, tengo la impresión de que en este gremio abundan más los caballeros que disfrutan con la belleza de otros caballeros que los que se deleitan con el precioso cuerpo de una mujer. Hasta hace muy poco, me hubiese atrevido a denominarlos con adjetivos muy concretos, pero en mayo de 2006 hay que llevar cuidado con este tipo de provocaciones, que incluso se puede pertenecer a ETA pero llevando mucho cuidado con decir una palabra que pueda ofender a determinados sectores. Nadie debe molestarse, pues es un hecho cierto que las pobres modelos parecen extras participantes en el casting para La lista de Schindler, mientras que los chicos de pasarela gozan de unos cuerpos dignos de Apolo, fuertes, musculados y bien alimentados. La enfermedad nunca puede ser bella. Algunos trajes de las pasarelas son espectaculares y atractivos, pero las famélicas modelos que los lucen están enfermas de cuerpo y mente. Está claro que los modistas visten a un tipo de mujer que les importa un bledo, que no es ni saludable, ni atractiva para los pocos hombres a los que todavía nos encantan las mujeres: tan inteligentes como sea posible, pero que tengan cantidad suficiente de glóbulos rojos, vitaminas, hierro y minerales. Resulta curioso que sean los promotores de la anorexia los máximos exponentes de la búsqueda de la mujer objeto, de la mujer con aspecto de palillo mondadientes y enferma de cuerpo y alma, con el agravante de que la anorexia se contagia a través de la televisión y cuando, imprudentemente, llamamos gordo a alguien. Sanas costumbres, dieta mediterránea, ejercicio y lectura. A partir de aquí, cada cual tiene su trapío.
En realidad el culto al cuerpo va íntimamente unido a la cultura y nada tiene que ver con lo insalubre. No es posible un cuerpo sano sin una mente despejada y abierta. No hay peor dieta de adelgazamiento que la sequía cerebral. El culto al cuerpo pasa inevitablemente por los caminos que conducen al jamón de jabugo, a la caña de lomo adobado, a los langostinos a la plancha, al tocino a la brasa, la parrillada de verduras, aeróbic, arroces a banda y de los otros, gazpacho andaluz y de los otros, cazón en adobo y pescadito frito, golf, paletilla de cordero, lechazo y cochinillo asado, fitness, salmorejo, morcillas de cebolla, torta de sardinas, ensaladilla rusa, rabo de toro, sangre frita, gachamiga y patatas a la mondongona, cocido madrileño, footing, ensalada, lentejas a la riojana, fabes con almejas, chorizo de Pamplona, sándwich de nocilla, natación, tocino de cielo, fruta del tiempo, pan de Calatrava, paddle, arroz con leche, flanes y natillas, vino tinto, cerveza, trecking, Pedro Ximenez, fino y manzanilla, café expreso, güisqui de malta y una siesta en buena compañía.
Casi nunca ha sobrado la comida en España, y lo de ahora es surrealista como una película de Berlanga. Hoy que podemos gozar de la gastronomía rindamos un verdadero culto al cuerpo. ¡Que la talla 38 sienta fatal a los adultos!