Danones caducados y daños colaterales
La huelga del transporte se ha hecho notar en mi escalera como ninguna otra, no recordaba yo otro paro en España que tuviera tanta repercusión, y eso que las hemos vividos de todos los colores, incluso transparentes, como aquella que le hicieron a Aznar.
Pero como dice mi vecino el del primero, que tiene memoria histórica selectiva, agua pasada no mueve molino, lo mismo que dicen en la COPE. Precisamente esta emisora ha sido una de las causantes de todo lo que ha venido ocurriendo en mi escalera una vez acabó la huelga. Y es que algunos de mis vecinos se creen a pies juntillas lo que dice Federico y luego pasa lo que pasa. La del cuarto me dijo ayer que todo lo que les está ocurriendo a nuestros vecinos son los daños colaterales de la huelga. Yo me quedé igual, pero cierto es que los camioneros no tienen ninguna culpa de que mis vecinos, los del primero y segundo principalmente, estén pagando ahora los platos rotos de este asunto. Al mismo tiempo que me compadezco de ellos, pienso que se lo tienen bien merecido por hacer caso a lo que dicen en esa emisora, la de los obispos dice la del cuarto.
Cuando pienso en lo que les ha ocurrido me entra risa, y que conste que me sabe mal reírme, pero tendrían que haber escuchado ustedes las broncas, los lloros y más cosas que no quiero mencionar aquí para no serles desagradable. Dos o tres días antes de la huelga, me encontré en la puerta una camioneta bien grande de una tienda de electrodomésticos; hasta ahí nada extraño. Sin embargo me sorprendió ver que estaban descargando dos arcones congeladores. Lo primero que me pregunté es dónde iban a meter mis vecinos un arcón tan grande en nuestros pisos que son poco más que una caja de mistos. Pero lo más fuerte vino cuando me enteré que mi vecino el del primero había comprado dos arcones y el del segundo otros dos. Lo primero que pensé es que iban a montar una heladería clandestina en el edificio, ¡lo único que nos faltaba! Pero enseguida me contó el del primero que la compra se debía a los tiempos de crisis en los que nos ha metido este gobierno. Enseguida me explicó que pronto vendrían a traerle también la comida que había comprado para resistir la huelga, y que ésta no iba a ser la última. Tanto miedo me metió en el cuerpo que dejé la compra en casa y me fui enseguida al supermercado, y no pude ni acercarme a la puerta, todo el mundo andaba como loco llevándose el supermercado entero. La gente compraba de todo al por mayor, veinticinco cajas de leche, diez fregonas, treinta y cinco desodorantes, doce cepos para las ratas, cinco botellas de cera para los suelos, etc.
Una vez terminada la huelga, esta histeria colectiva se ha transformado en una depresión colectiva digna de estudio. La del segundo me contaba ayer entre lágrimas que en ese afán de comprar de todo había comprado tantos danones que para que no le caduquen antes de comérselos, tiene que comerse cada miembro de su familia doce danones al día. Todo esto me lo decía tratando de venderme seis tubos de crema para los zapatos porque pensaba que tantos había comprado que antes de usarlos se le secarían. Vaya manera que tienen algunos de hacer liquidación por reformas.