Lo que pienso de

Igual da roja que amarilla

La semana pasada yo no quería hablar de la Selección, precisamente porque intuía que muchos de mis vecinos de periódico iban a dedicarle mejores elogios a los que una servidora nunca habría dado alcance. A mí el fútbol no me mata. En realidad no me gusta nada, y aunque muchas veces no me queda más remedio que soportarlo, cuando empieza un partido yo trato de poner tierra de por medio.
Con la Eurocopa que acaba de terminar empezó la cosa más o menos igual. En el primer partido, en cuanto vi que sonaban los himnos y que todo el mundo se ponía muy serio, agarré el bolso y me encaminé hacia la calle. Hay que ver lo bien que se está en la calle cuando echan algún partido importante por la tele, se puede andar por todos los sitios con absoluta tranquilidad. Las únicas que paseamos por la calle somos las mujeres y cada vez menos. Porque todo hay que decirlo, cada vez son más las mujeres a las que les gusta ver el fútbol. Pero volviendo a mi paseo, lo que me dejó impresionada es lo que ocurrió en la calle en cuanto terminó el partido, en un abrir y cerrar de ojos la calle que instantes antes estaba desierta se llenó de coches, de motos y de toques de claxon, en todos los coches había una bandera española, por un momento llegué a pensar si en Villena se estaba celebrando alguna convención de antiguos estanqueros, porque tanta bandera española junta no se veía en Villena desde tiempo ha. Pero además es que los muchachos y muchachas que iban dentro de los coches llevando las banderas sacaban de los vehículos en marcha sus cuerpos por la ventanilla, había también motoristas sin casco portando la bandera y delante de mis narices vi pasar un coche en el que un muchacho enseñaba su rosado trasero por la ventanilla. Llegué a pensar por un momento que se trataba de algún ruso que se había infiltrado en nuestras filas, como me contaba mi tío que hacían los rusos cuando él estuvo en la División Azul. Toda la escandalosa caravana se dirigía a la fuente de la Plaza del Rollo, según pude comprobar posteriormente por unas imágenes que pasaron por “Tele Celia” en las que aparecían también muchos jóvenes bañándose en la fuente.

Todas estas escenas han venido repitiéndose una y otra vez, cada partido que España ha ganado, que si no estoy mal informada ha sido en todos los partidos. A mí no me parece mal salvo por el peligro que corren los jóvenes y que corremos las que salimos a pasear a la misma hora que ellos hacen su celebración. Pero tengo que confesarles que, a pesar de no entender ni papa de fútbol, el domingo me emocioné cuando vi el último partido, porque éste sí que lo vi y no pude contener mis lágrimas cuando acabó el encuentro, lo mismo que me ocurre cuando voy a la presentación de la Regidora y la veo subir al escenario y sentarse en su sillón mientras explotan los fuegos artificiales. O cuando el día cinco veo pasar a la Banda de Música a las cuatro de la tarde.

Entiendo que a muchos tanto color rojo, tanta plaza roja, los habrá puesto nerviosos, pero no hay que llamarse a engaño. Como bien dice mi amiga Mayte, “no hay nada mejor que el color rojo para transmitir la pasión”. Por algo será.

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