Opinión

De boda en boda

Son muchas las tradiciones que rodean a una boda y al parecer la mayoría son altamente caras y a la vez ridículas. También hay otras que más que tradiciones son supersticiones y que se llevan a cabo por miedo, por aquello de no tentar a la suerte, que me parecería normal si viviéramos en la Edad Media o en un país subdesarrollado.
A pesar de esto se podría decir que hoy en día casarse es rentable. Tal vez por eso las bodas se han multiplicado y además cada vez el número de invitados es mayor, lo que hace que en un año tengas más bodas que fines de semana, solapándose unas con otras; no me quiero ni imaginar a “los famosos” que además de conocer a mucha gente, se casan y se divorcian más que cualquier persona de a pie. Llegado el buen tiempo comienza la retahíla; es entonces cuando nuestros bolsillos tiemblan y nuestra agenda se colapsa.

Y es que, para los novios, una boda no es sólo el día del casamiento, están los acontecimientos previos, que si cursillos prematrimoniales, que en vez de un cura los debería dar un sociólogo y en algunos casos un psicólogo, o como mínimo pasar un test psicotécnico, luego que si despedida de soltero o soltera, donde las bromas pesadas, algunas con final trágico, han sido sustituidas por un o una stripper, cuestión de negocio. Después que si semana de máster en gestión inmobiliaria enseñando el piso, y el día anterior la serenata, o dicho de otra manera, “mira hasta donde puedo hacer el ridículo por ti”. Luego están los eventos tras la boda, la noche de bodas, que debido al poco auge de la tradición de llegar virgen al matrimonio y al cansancio acumulado tras el largo e intenso día, ya no es lo que era. Ya después, y antes del principio de la nueva rutina, la luna de miel, término utilizado en la cultura galesa para denominar los días que los recién casados se retiraban en la intimidad para observar la Luna y comer dulces, entre otras cosas, y que ahora ya ha pasado a llamarse viaje de novios, que es lo mismo pero más vendible.

Desde la tarjeta de invitación –que no sé por qué se le llama invitación, debería llamársele entrada, o abono, o consumición– hasta la última flor del ramillete, suponen un derroche económico para cualquier bolsillo medio, pero al tratarse de, como acertadamente para su negocio algunos denominan “el día más importante de tu vida”, no se puede escatimar. La mediatización y modernización de nuestra sociedad se ve reflejada en las bodas, las fotografías, los reportajes en video, también eternos, más largos que la trilogía del Señor de los Anillos y más previsibles que un capítulo del Equipo A. Los mejores recuerdos del llamado mejor día de tu vida no caben en un dvd, ni tan siquiera en dos, los mejores recuerdos están en la memoria y son inolvidables. Luego están las tradiciones absurdas y sin cabida en la sociedad actual, como los regalitos de después del convite, que si puro y vino para los hombres y perfume, o similares, y bombones para las mujeres, y digo yo, por lo menos no podrían dar a elegir, a mí me encantan los bombones y ¿acaso no hay mujeres que beben vino? Pues eso, que los bombones le gustan a todo el mundo, pero ¿y los puros? Si te los fumas ese día acaban sentándote mal y apagados en la tarta nupcial.

Desde la Edad Media se ha dicho que da buena suerte usar el día de la boda algo viejo, algo prestado o usado, algo nuevo y algo azul, quien quiera es libre de creerlo, incluso diría que no es nada difícil cumplirlo, pero ya no estamos en el Medievo y lo que está claro es que si se sigue la tradición es por comodidad, millones de detalles que no todo el mundo conoce, hasta que no se casa, pero que fotógrafos, curas, hosteleros y demás se encargan de cumplir para así evitarse complicaciones. Por no pensar se hace lo que hace todo el mundo, en vez de lo que realmente te gustaría hacer el llamado “día más importante de tu vida”, aunque sí existen días importantes en la vida es un poco precipitado llamarlo “el más importante”.

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