Apaga y vámonos

De carteles y otras minucias

Con la que está cayendo en el ayuntamiento, donde a la guerra de los diferentes “Ges” se han sumado graves acusaciones sobre “coacciones” que implican a empresas y que pueden acabar en los tribunales, había pensado dejar que nuestros señores políticos se linchen entre sí y olvidarme por unas semanas de ellos para seguir abundando en mi argumento de la semana pasada, ese que venía a señalar al exceso de funcionariado como uno de los males de la España que nos ha tocado vivir.
No obstante, y puesto que el señor Gracián se ha explayado con mucha razón sobre el particular en su Volapié de hoy, a fin de no ser reiterativo volveré de nuevo los ojos hacia el ayuntamiento, aunque centrando mi mirada en otros departamentos y asuntos, esos que últimamente están pasando desapercibidos entre tanta conspiración de salón y tanta puñalada trapera y que tanto juego nos dieron en su día.

Sin ir más lejos, desde el área de Igualdad nos han dado una buena noticia a quienes hemos denunciado reiteradamente la injustificable prohibición de la participación de los hombres en el concurso del cartel anunciador del Día de la Mujer. En una decisión acertada y necesaria, la Junta de Gobierno se ha cargado la absurda discriminación… para inventarse otra igual de absurda, pues ha limitado la participación en el concurso a las personas con edades comprendidas entre los 18 y los 25 años, chúpate ésa. ¿Qué pasa, que una chica de 26 años no es capaz de entender el sentido de la celebración? ¿Acaso un jubilado ocioso y con afición por la pintura no tiene derecho expresar su opinión al respecto participando en el concurso?

—Oiga, Aure –señalará algún concejal o técnico ofendido–, es que buscamos ofrecer un espacio de participación a los jóvenes, que se ve que la Zona Cero va para largo…

—Ya –dirá Aure–. Y la concejalía de Juventud está para asfaltar caminos, organizar las Fiestas y elaborar el nuevo PGOU, no te jode.

Lo mismito pasó en su día con el concurso de narrativa –que quiso limitar cosas sin límite, como la creatividad y la imaginación– y lo mismito se denunció desde esta columna. Por ésta y otras cuestiones que no vienen al caso, el concurso de narrativa ya no existe. Esperemos que no cunda el empleo –la mejor forma de evitar problemas es no organizar nada– y no pase lo mismo con el cartel del Día de la Mujer.

Y hablando de carteles, esta misma semana se han publicado las bases del concurso del cartel de Semana Santa, que comprensiblemente ha visto reducida la dotación de su premio, puesto que aquí no se escapa de la crisis ni Dios, y me perdonen el chiste malo. Sucede, sin embargo, que las bases se han hecho públicas el 9 de febrero, siendo el último día para presentarse el 19 del corriente, lo cual no tendría nada de extraordinario de no ser porque esas mismas bases fueron aprobadas en Junta de Gobierno el 12 de enero. ¿Olvido? ¿Desidia? ¿Sabotaje de un Ge a otro Ge? Vaya usted a saber, señora, pero el caso es que a correr tocan.

La conclusión es que pasa el tiempo y cambian los gobiernos, pero los concursos siguen estando plagados de decisiones y actuaciones incomprensibles. La única certeza que nos queda es que, gane quien gane los certámenes, al final saldrá inevitablemente a escena el artista que siempre presenta denuncias por plagio fuera de plazo. ¿Se apuestan algo?

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