De jubilados y pensiones
De golpe y repente la noticia se convierte poco menos que en viral y casi no hay municipio de España, por pequeño que sea, que no cuente con su manifestación de jubilados, noticiario que no abra sus titulares con la noticia, periódico que no lo muestre en primera plana o red social que no se haga eco del fenómeno.
Por el camino, gente que nunca necesitará de una pensión cerrando dichas manifestaciones con almibarados discursos, llenos de esa retórica que impulsó el franquismo, para primero ensalzarlos, recordando como no, que son los mismos que se levantaron contra la dictadura y que ahora vuelven a la calle a defender lo que les pertenece, ignorando que posiblemente haya muchos entre ellos que jamás pisaron una calle para enarbolar una consigna ante aquellos grises ni tuvieron ninguna ínfula reivindicativa de ningún tipo, a fin de cuentas eran tiempos del todo o nada y en donde las medias tintas se quedaban dentro de lo que se dio en llamar mayoría silenciosa.
Hoy en día salen a la calle a reclamar lo que por justicia les pertenece, esto es, aumentos de la pensión que no les hagan perder poder adquisitivo; a fin de cuentas, el contrato no escrito que durante años cumplieron a rajatabla era bien sencillo por ambas partes: tú me descuentas de mi nómina un dinero todos los meses y a cambio me pagas a mi o a mi viuda un salario, una pensión hasta que el beneficiario del pago muera. Y ahora a estas alturas, no se puede cambiar el contrato.
Sin embargo, nos equivocamos todos en muchas cosas y tal vez la primera sea poner en primera línea de fuego a unos ancianos que lo más seguro no vayan a tener ningún problema con ese cobro de pensiones, entre otras cosas porque son una fuerza de voto demasiado grande. Son nueve millones y medio de votantes, prácticamente un 25% del total de votos, que son capaces de por sí de inclinar la balanza hacia un partido u otro y a estas alturas de sus vidas tienen muy claro hacia donde hacerlo y ese lado siempre será hacia donde vean más clara la seguridad de sus pensiones. Lejos quedan los tiempos de ferviente ideología para muchos de ellos y si bien de sobra habrá quien mantenga viva la llama revolucionaria en su corazón, son edades donde pesa más el pan en la panera que el pan para el pueblo, ahora es tiempo para ellos de paz y descanso y solo quieren ser queridos por todos los suyos, hasta por el Estado, que a fin de cuentas es de todos.
Se equivocan los sindicatos y algún que otro partido en lanzarlos a la calle, salvo por esa cicatera idea del voto que he comentado en el párrafo anterior. Los primeros buscan recuperar el protagonismo perdido en estos años pasados de dura crisis en la que estuvieron casi que desaparecidos, encerrados en sus cuarteles de invierno sin hacer nada, salvo juegos de birlibirloque con las subvenciones para cursos de formación, retratarse en mesas de blanco mantel ante opíparas mariscadas o lucir en la muñeca relojes de acero y oro de muy alta gama, y los segundos por criticar ahora lo que algunos de ellos aplaudieron cuando estaban en el poder o simplemente por buscar la agitación en la calle, ya que está claro que en la alta cámara no son capaces de agitar ni el café que se toman.
Y nos equivocamos nosotros, los trabajadores en activo, porque son realmente nuestras pensiones las que peligran y eso no lo podemos dejar en manos de nadie que no sean las nuestras. Somos los únicos que podemos y debemos defender lo que es nuestro, unos porque ya estamos muy en puertas de empezar a cobrar esa pensión y otros porque están empezando a cotizar para poder cobrarla dentro de muchos años. Los que estamos en puertas o llevamos cotizados más de 25 o 30 años (un servidor lleva ya cotizados más de 38) porque a estas alturas de la partida no se puede ni debe cambiar nada, y aquellos que empiezan ahora su carrera laboral (incierta en muchos casos) o que llevan pocos años de cotización, porque necesitan tener bien claras las reglas del juego y con ello poder decidir qué hacer con su futuro, si dejarlo en manos del Estado o por el contrario dejarlo en manos de bancos u otro tipo de entidades, como ocurre en EE.UU y gran parte de los países del mundo.
Sea como sea, somos nosotros, repito, los que debemos salir a la calle, los que debemos luchar por nuestros derechos y exigir que nadie nos mengüe nada de aquello que por ley nos pertenece y por lo que hemos pagado ya mucho en tantos y tantos años de cotización, tanto nuestra como de nuestros empleadores, con lógico esfuerzo por ambas partes, pues a ver quién no ha sido el guapo que al ver la nómina se ha soliviantado viendo lo que descontaban de Seguridad Social y también, por qué no, de IRPF. Así que no dejemos en manos de aquellos que siempre respondieron por nosotros lo que es nuestro, esta es nuestra hora y es nuestra lucha y no hace falta que nadie nos empuje a ella, somos adultos responsables, sabemos lo que vale un euro y sabemos lo que cuesta ganarlo, dejemos pues de equivocarnos y como dijo el poeta a la calle que ya es hora de pasearnos a cuerpo.