La Rockola de Fernando

Mentiras y más mentiras

Durante el pasado año, a nuestra Vicepresidenta y al tiempo Consellera de Igualdad y Política Inclusiva, se le llenó la boca anunciando a bombo y platillo la creación de una ley mediante la cual aprobar una renta valenciana de inclusión social que, según ella y el resto de palmeros que tiene en el Consell y en su agrupación de partidos, se ponía a la altura de muchos países de Europa, una renta para favorecer a aquellos que estaban en riesgo de exclusión social y que ascendía a 500 € en números redondos.
Entonces Juan Valenciano se puso muy contento, pensando en que por fin iba a poder cobrar una cantidad que le iba a poder ser útil para intentar sobrevivir en esta jungla de parados de larga duración, mayores de 55 años y ya prácticamente sin derecho a nada. Con 50 años a sus espaldas, Juan Valenciano es separado, sin niños a su cargo, viviendo con un amigo que le deja vivir en su casa sin tener que pagar nada y que subsiste a base de pequeñas chapuzas que le dan para malvivir y punto, pues ya hace tiempo que desistió de encontrar un empleo decente, pues entre su edad y todos los tipos de contratación que permite la ley, ya se contenta con poder mantener lo que tiene ahora, aunque tan solo le de para comer y punto.

Desde hace un mes, tiene un empleo de tres horas diarias que le deja unos ingresos de 325 euros al mes, con lo que rápida y lógicamente, pensó que con ese dinero, más esos 500 euros de la ayuda, podría empezar a organizarse un poco: alquilar un pisito aunque fuera por las tierras de María Castaña, ir devolviendo el dinero prestado por los amigos y, sobre todo, sentirse más persona y más autónomo en todas sus necesidades.

Juan Valenciano, tal como digo, al leer la noticia no pudo evitar una amplia sonrisa y tiempo le faltó para pedir hora a su trabajadora social, para ir a solicitar dicha ayuda. Y allí es donde se entera de la triste noticia, que no es otra que aquello que en principio parecía tan bonito, no es tan fácil como parece. Parece ser que esta ayuda no va a entrar en vigor hasta diciembre de 2019, tras las elecciones autonómicas, quedando a expensas de que el gobierno que gane conserve las ayudas o decida retirarlas, con lo que la ayuda anunciada a ese colectivo se queda en agua de borrajas y a futuro.

Y a estas, Juan Valenciano ve que llega un buque a Valencia, un tal Aquarius, y con 629 “migrantes”, y de golpe y repente parece que no existan más emigrantes, migrantes, refugiados o como quieran llamarlos que estos, cuando el pasado año llegaron a nuestras costas unos 20.000, que se dice pronto. Sin embargo, ya se anunciaron desde el primer momento ayudas de 532 € mensuales para esos recién llegados.

Ya más cerca y sin salir de la comunidad, había en el año 2010, ultima estadística oficial publicada, 786 personas sin techo, de los que tampoco se habla, y que de entonces a ahora imagino habrán aumentado, teniendo en cuenta la de desalojos que trajo consigo el reventar de la burbuja inmobiliaria. Gente sin techo que, con un poco de suerte, tiene derecho a un plato de comida en la Casa de la Caridad, que es un organismo privado.

Y Juan Valenciano se queda sin nada, se siente engañado y no comprende como nadie ha sido capaz de hacer ver a la población que las anunciadas y publicitadas medidas de este tripartito de izquierdas, de este “gobierno del pueblo”, no han sido sino, y en gran parte, una forma más de marketing político, un engaño en toda regla a los votantes y una falta de vergüenza manifiesta. Condenar durante dos años a Juan Valenciano a subsistir con 325 € al mes. A mí me gustaría que Dª Mónica Oltra cogiera un mes 325 euros y se pusiera a la labor de sobrevivir ese mes, pero no, ella con sus 58.752 € anuales (4.896 € al mes) no creo que tenga ningún problema en llegar a ese temido, por todos, fin de mes.

Así que Juan Valenciano ha salido de la oficina de la trabajadora social cabizbajo, con los ojos vidriosos y con rabia, mucha rabia amontonada en sus puños cerrados, fuertemente cerrados, y en su cabeza mil pensamientos diferentes sobre lo malo que es ser pobre en España, aunque a veces dependas de gobiernos de izquierdas que presumen de políticas sociales.

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