De la crisis no se salva ni el truque
El pasado fin de semana comenzó el campeonato de truque en los Estudiantes con bastante menos afluencia que el año pasado. Los viernes de truque son muy recomendables para la salud, pero prescindibles pese a no resultar caros. La inscripción es gratuita y la primera copa corre a cargo de la comparsa. Sin embargo, es inevitable la cenica previa las tiradas y los combinados durante estas. Hagan una sencilla cuenta, multipliquemos por cuatro semanas y por muy barato que se quiera poner es un pico que en otras ocasiones no picaba.
El ligero alivio que supuso la victoria del Partido Popular ya no es tal, y la asfixia económica es realmente grave y mucho más grave el hecho de que sean las administraciones quienes están apretando el garrote vil. Cuando nos debe dinero el Ayuntamiento y la Generalitat nada se puede hacer, salvo recurrir a los tribunales o resignarse.
Litigar sería lo justo pero es de tontos. Resignarse de tontos e injusto, porque se pierde el derecho a reclamar intereses y daños. Ni siquiera cabe la posibilidad de compensar estas deudas con el pago de los impuestos: una simple cuenta asociada a cada CIF en la que figure el dinero adeudado por la administración y donde se vayan cargando los impuestos hasta saldar la deuda.
Esta es la situación de la plebe.
En la cúspide están ellos, la clase política intocable e irrecortable, porque ningún recorte les afecta y esto es un timo. Dice el Molt Honorable que esto está pasando porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. En el caso de esta insigne personalidad todo queda en un inocuo titular de prensa con absoluta impunidad, a pesar de haber llevado a la quiebra la institución que preside.
Cuando un empresario vive por encima de sus posibilidades y arruina por ello a su empresa, todas sus actuaciones están tipificadas y susceptibles de ser punibles. No hablemos de nada extremo y simplemente hagan la prueba de no pagar el IBI, el recibo de autónomos o la liquidación trimestral de IVA. Verán la que les cae.
Pero ellos son intocables en cuanto al tremendo entramado de jerarquías y cargos sólo al alcance de ellos, y se van cuidando de eludir cualquier opción sobre reformas electorales o políticas para evitar el acceso de nadie de la plebe a sus prebendas. Hay voces estériles que exigen por ejemplo que los diputados deberían contribuir como todo el mundo, pasando el fondo de jubilación del Congreso al régimen vigente de la Seguridad Social inmediatamente y que este fondo no pueda ser usado para ninguna otra finalidad. Deben pagar su plan de jubilación, dejar de votar su propio aumento de salario, prescindir de sus actuales seguros de salud y participar del mismo sistema de salud que los demás ciudadanos españoles, como todos los españoles.
Extrapolándolo a otras instituciones, servir en un cargo público alcanzado gracias a la política debería ser un honor y no una carrera: cumplido el mandato toca dejar la actividad pública y buscar empleo.