Cultura

De las series españolas

Se ha discutido mucho acerca de la producción de series nacionales para televisión. Ha habido muchas posturas a favor. Posturas amparadas en el discutible éxito de algunas de nuestras producciones (Farmacia de guardia, Médico de familia, Manos a la obra). La incursión nacional en este mercado de las series, busca recuperar un público cada día más interesado y fiel a las series de televisión, busca la riqueza que crean las empresas nacionales tanto en la venta del producto como en la contratación de personal para desarrollarlo.
En el asunto también encontramos muchas posturas en contra de la producción de este género. Encontramos ataques tan particulares como el referido a la nociva influencia de tal tipo de trabajo en la formación de nuestros actores y actrices. Poco más habremos oído al respecto. Es cierto que no hay espacio –ni interés– en los medios de comunicación actuales para discutir tales cuestiones, pero aún así resulta interesante retomar la disputa diez años después, porque no debemos olvidar que todo este debate se remonta a mediados de los noventa. Hoy, cuando nuestros televisores engordan entre series españolas y americanas confrontadas, todas peleando por un hueco en los prime time, me apena decir que a todas todas son nuestras propuestas las que pierden la batalla. No me malentiendan. No la batalla por el share, sino la batalla en la comparativa. Y en el trabajo interpretativo es donde continúo apoyando a profesionales como Joaquín Hinojosa (destituido por nuestra Consellería de Cultura pese al apoyo del gremio valenciano), cuando advertía del daño que el método de trabajo televisivo español causaría entre nuestros artistas.

Y así, en esta desbordada oferta de series, a nadie se le debe escapar el brillo que los profesionales acuñan a cada capítulo (Gonzalo de Castro, Resines, Willi Toledo, Carmen Machi…). Como a nadie debería escapársele la insustancial y deplorable aportación de la otra, desgraciadamente mayoritaria, parte del reparto. Mientras que a los primeros les basta una mirada, una pausa antes de extender la mano, para seducirnos, a los segundos les aguantamos el blablablá necesario para seguir el argumento. Y en todo esto no es casual que mientras los primeros están formados en los teatros y en el cine, los segundos llegan del mercadeo televisivo desde las agencias de modelos, o en el mejor de los casos son principiantes a los que la experiencia durante el rodaje convertirá en verdaderos inútiles en un alto porcentaje. Y si siempre, siempre, hay que agradecer ese uno entre cien rescatado para el arte interpretativo, de igual modo, siempre, siempre, hay que maldecir ese noventa y nueve por ciento cuya deformación actoral junto a la atención recibida por su fama continuará pudriendo nuestras pantallas.

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