De memoria y alzhéimer
Se considera cada día más, al alzhéimer, como una de las nuevas plagas de este siglo. Una enfermedad devastadora, capaz de acabar no solo con la memoria del enfermo, sino también con la paz familiar y, en ocasiones, hasta con la propia familia.
Somos los humanos un conjunto de muchas cosas: niñez, educación, sentimientos, vínculos, trabajo, familia, amistades y muchas más, pero para mí hay una que siempre ha tenido una importancia evidente, los recuerdos. Nuestro paso por la vida nos va llenando de ellos, desde nuestra más temprana edad hasta hace unos minutos. Esos recuerdos o memoria más reciente, dicen que es la que nos sirve para la parte más actual de nuestra vida. Sabemos o mejor, recordamos, que hemos quedado a comer con alguien, que tenemos que pagar una factura y mil asuntos más que requieren diariamente de esta habilidad. Pero no, yo me refiero a los otros recuerdos, a los que ya se han ganado a pulso el nombre y que, al mencionarlos, hace que todos sepamos de lo que estamos hablando. Así es decir recuerdo y empezar a hablar de niñez, de familia, de momentos señalados de nuestra existencia, mientras empezamos a pasearnos por ese pasado que no sé si fue mejor, pero si sé que fue anterior. En él somos capaces de recorrer viejos vericuetos por los que llegar a momentos de nuestra vida en los que fuimos felices o no tanto, pero que eso sí, dejaron una impronta en nuestra memoria.
Esta terrible enfermedad que menciono al principio hace que todo eso vaya despareciendo y nos va convirtiendo en seres que a fuerza de no tener pasado, hemos perdido hasta el presente. Esos enfermos no recuerdan ya nada ni a nadie, salvo en puntuales y erráticos momentos de lucidez, por lo que no solo han perdido el pasado, sino que se les escapa el actual momento, en el que no son capaces de reconocer al nieto, al esposo o a la hija. Son incapaces de poder salir solos a la calle o, simplemente, realizar algunas de las tareas cotidianas que hasta hace poco repetían. Han perdido el presente.
Y es que esa frase de Cicerón y que citada por Nicolás Avellaneda en la que se dice que "aquellos pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla", es algo cada vez más próximo y en este caso no viene de la mano de ese alzhéimer enfermedad, sino de ese otro alzhéimer político que en su momento inició Zapatero y ahora con saña, con revanchismo me atrevo a decir, ya se quiere aplicar en muchos de esos recién formados ayuntamientos, en los que la izquierda más radical ha conseguido llegar a la poltrona.
En Madrid, como más claro ejemplo y por ser la capitalidad de España, ya se anuncia el cambio de la denominación de muchas calles dedicadas a participantes de la guerra incivil que nunca nos van a dejar olvidar, pero ¡ojo!, se habla de eliminar nombres pertenecientes al bando mal llamado nacional, pues si nacional se dice de lo que es relativo a una nación, tan nacionales fueron unos como otros, independientemente de sus ideas políticas. Se pretende borrar de la memoria colectiva a aquellos que, nos pese o no, pusieron su granito de arena en construir cada uno desde su lado, esta España que hoy tenemos y que, tiemblo, no sé si conservaremos con ideas tan brillantes.
Miedo me da que en un determinado momento alguien piense en derruir el acueducto de Segovia (levantado por los romanos invasores) o la mezquita de Córdoba, obra de aquellos árabes empeñados en hacer de España un país para la gloria del profeta. Terminemos de una vez ya con estas absurdas formas de entender la política, dejemos que lo que fue siga en la memoria. Comprendamos que el pasado es algo inevitable del presente y que todo, absolutamente todo lo que nos llega de él, sea bueno o malo, es una enseñanza, y no permitamos que ese alzhéimer histórico nos haga olvidar lo que somos gracias a haber sido. Hay muchos niños pasando hambre, muchas familias bajo mínimos, mucha gente necesitada de trabajo, de techo, de esperanza. Hay muchas familias pendientes de desahucios, muchos libros de texto que no necesitan cambiarse cada curso y muchas, muchas más necesidades diarias que estar pensando en si general mola o mola más capitán general.
Volvamos los ojos hacia este presente y gobiernen para lo que se les ha votado, para que se haga mejor este tiempo de ahora y para que miremos con ilusión hacia el futuro. Dejémonos de revanchismos idiotas y trasnochados que no conducen a ningún sitio. Como dice el poeta, "allá los muertos que entierren, como Dios manda a sus muertos" y nosotros, más vivos que nunca, sembremos semilla de paz y futuro, no de enfrentamiento y pasado.