Al Reselico

De Pineta a Villanúa: Campamentos de Verano

Historias del Pirineo. Episodio I

Querida familia de Villanúa 2019: Me gustaría contaros esta velada un pequeño cuento. Es el cuento de un joven chaval que hasta hace un tiempo estaba ahí sentado entre vosotros, todos los veranos, como un acampado más, escuchando como algún monitor despedía cada día con una leyenda, un gesto o unas palabras. Este es un cuento que comienza hace veinte cursos, allá por 1999, cuando nuestro protagonista, por entonces un niño de casi 11 años, se puso por primera vez una mochila en la espalda y se embarcó en la aventura de vivir su primer campamento de verano en Pirineos, en el valle de Pineta.

Querida familia de Villanúa 2019

La inicial incertidumbre ante lo desconocido le duró al protagonista de nuestro cuento  un único día. A partir del segundo, aquel pequeño chaval lo pasó en grande. Nunca se había sentido tan libre y tan feliz. Descubrió que le encantaba estar doce días perdido en plena naturaleza, sin sus padres, rodeado de amigos y compañeros, divirtiéndose y aprendiendo con sus monitores. Imaginad si lo pasó bien que continuó yéndose a campamentos durante 14 años más. Algunos en Pineta, luego en Pedraforca, Villanova, la Transpirenaica y los últimos en la que fue su casa durante 8 veranos, justo dónde vosotros estáis ahora mismo, el albergue de Gabardip en Villanúa, en el valle del Aragón, en pleno Pirineo de Huesca.

El campamento de verano pasó a ser para nuestro joven amigo un reducto mágico dónde refugiarse y desconectar cuando llegaban las vacaciones. Un sitio creado y diseñado para entretenerse y disfrutar, desde que se levantaba temprano hasta que se acostaba bien entrada la madrugada. Un espacio donde aprendió a relacionarse y a conocer nuevas amistades, a tener autonomía y a desenvolverse por sí mismo. Un lugar donde el actor de nuestro cuento empezó a madurar y a conocer el valor de saber adaptarse, de poder entenderse con personas diferentes a la de su entorno habitual, ya fuera en sus grupos de juegos o de formación, a la hora de dormir, al hacer las tareas, en las actividades o en el tiempo libre… los campamentos suponían para él días de intensa convivencia con mucha gente que se convertía, cada verano, en su pequeña gran familia.

Este es un cuento que comienza allá por 1999 en el valle de Pineta

El protagonista de nuestra historia descubrió cómo lavar y tender la ropa, cómo ayudar a servir la comida, cómo hacer pulseras de lana, cómo fregar una olla, cómo montar una tienda de campaña o cómo plegar un saco de dormir. Se dio cuenta de la importancia de cumplir un horario y de seguir unas normas, de cómo de fácil se pierden las cosas si no eres mínimamente ordenado, de que colaborar puede ser mucho más divertido que escaquearse y de cuánto le gustaban el arroz con leche de la Manoli o las lentejas de Micaela. A lo largo de los años y los campamentos hizo grandes amigos, alguna vez metió la pata, alguna vez se cabreó y también alguna vez se enamoró. Durante catorce veranos compartió instantes y momentos que aún suenan con ternura y afecto en su memoria. Vivió miles de historias que ayudaron a formar, poco a poco, su personalidad y su carácter.

Y los Pirineos hechizaron sus sueños. Las montañas y el entorno natural que envolvía el lugar dónde se hacían los campamentos avivaban su imaginación y le llenaba de felicidad. Nuestro joven protagonista, acostumbrado a la ciudad, disfrutaba como un enano del contacto con la naturaleza y con los paisajes que lo rodeaban. Le flipaba poder bañarse en un río, cruzar un bosque, ver un águila o una marmota, correr por verdes campas, escuchar el sonido del agua cayendo por una cascada o admirar por las noches el cielo cubierto de estrellas. Aquel joven se compraba mapas para marcar los Raids de cada año, se aprendía el nombre de los picos que lo vigilaban desde las alturas y se imaginaba a sí mismo conquistando algún día sus cimas.

Los Pirineos hechizaron sus sueños

Los catorce campamentos del joven muchacho fueron jornadas de alegría continua, de nuevas experiencias, de bailes, talleres, veladas, juegos, ilusiones y cálida convivencia. Fueron juicios al zorro, gymkhanas guarras, baños en la presa, noches de estrellas, quedarse afónico de cantar Celtas Cortos o la costa del silencio… fueron interminables reuniones de monitores, menús con rimas de Juanga, visitas a Jaca, amigos invisibles, risas a todas horas y diplomas en el bus de vuelta a casa, llenos de dedicatorias y lágrimas. Pedraforca, Villanova, Pineta y Villanúa fueron para él, por encima de todo, lugares donde compartió emociones.

Hoy el chico de la historia sabe bien que no volverá a vivir otro verano de aquellos, pero desde la distancia le gustaría daros un consejo: Vuestro campamento no ha hecho nada más que comenzar y será único e irrepetible, será mágico. Ahora os toca el turno a vosotros y debéis aprovecharlo. Así que exprimid a tope cada instante, cada día, cada minuto. Cómo dice vuestro lema este año, “dejaos hechizar”. Y cuando llegue el día 28 y os toque despediros de Villanúa para siempre, cuando cerréis las puertas de ese albergue dónde tantas generaciones de niños, chavales y monitores han sido tan libres y felices, acordaos de recoger vuestras mochilas. Seguro que pesarán más que cuando llegasteis. Irán llenas de anécdotas, recuerdos y experiencias que os acompañarán con cariño toda vuestra vida.

Excuso decir que el joven chaval de nuestro cuento, el protagonista de aquellos catorce veranos maravillosos, tiene hoy treinta tacos y mataría por estar ahí sentado, en vuestro lugar, disfrutando una vez más de otra velada de campamento. Buenas noches y feliz Villanúa.

Catorce veranos maravillosos, llenos de anécdotas, recuerdos y experiencias

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