Apaga y vámonos

¿De verdad Podemos?

La arrolladora irrupción electoral de Podemos será pronto estudiada entre los expertos en ciencias políticas y marketing electoral. Que un grupo de profesores, en apenas unos meses, sin fondos y promocionándose a través de internet y las redes sociales, hayan conseguido casi 1.300.000 votos ha puesto patas arriba el panorama político español.
A los más cercanos –IU– les ha faltado tiempo para tender los brazos a la nueva formación, pese a que antes de las elecciones rechazaron dicha unión por miedo a perder el control del partido vía primarias abiertas, tal y como propone el partido de Pablo Iglesias. A la “casta” –PP y PSOE– les ha entrado el tembleque, al ser conscientes, por primera vez en casi 40 años de democracia, de que el chiringuito del bipartidismo se les viene abajo. Y la prensa ha tardado poco en retratarse: aquellos que ignoraron a Podemos hasta la misma noche del 25M despotrican ahora y alertan sobre las siete plagas, mientras que quienes les dieron cancha –ya fuera como souvenir exótico (Intereconomía, 13TV), ya fuera como agitador del share (La Sexta, Cuatro)– empiezan a plegar velas según aumenta la presión desde los Consejos de Administración del Ibex 35.

">“El miedo va a cambiar de bando” era un concepto o idea que venía popularizándose desde las acampadas del 15M, hace ya tres años. Pero desde el pasado domingo es algo más: una realidad palpable y cuantificable en votos que, a poco que se trabaje con sensatez e inteligencia durante los próximos once meses, aumentará en las elecciones autonómicas y locales de 2015, antesala de las generales de finales de ese mismo año.

Cada día más gente es consciente de lo insostenible de la situación de un país en el que un 1% de la población vive como Dios, tiene pensiones aseguradas, cobra sueldazos y no se baja de coches oficiales, mientras que el 99% restante (y da lo mismo que seamos de izquierdas o derechas), está o tiene a familiares y amigos en paro; conoce gente que las está pasando putas para pagar su hipoteca, si es que no ha perdido ya su casa; ve un futuro negro para sí, sus hijos o sus nietos; no sabe si podrá pagar el tratamiento médico de los padres o abuelos... mientras nos fríen cada día con más impuestos para pagar el agujero dejado por unos corruptos que por regla general acaban librándose de la cárcel y conservando todo lo robado.

Ante este patético panorama, la respuesta de los dos grandes partidos ha consistido en enrocarse: uno, renegando de su programa electoral y reprimiendo todo atisbo de protesta; el otro, ajeno a toda autocrítica por su gestión económica previa, sumido en sus propias incoherencias; y ambos, de acuerdo en ignorar la corrupción –ni se tocó en el debate entre Cañete y Valenciano– y poner sordina a sus propias vergüenzas: Gurtel, EREs, Fabra, Brugal, Marea, Matas…

Y así las cosas, ya se sabe: cuando uno no forma parte de la solución, es que es parte del problema. No sé a qué viene ahora tanto lamento.

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