Estación de Cercanías

Defender la alegría

Éste es el mensaje que, extraído del poema homónimo de Mario Benedetti y cantado por algunas de las voces más representativas de la izquierda de nuestro país, ha sido elegido para poner voz a la campaña del PSOE. No sé si este eslogan que desde PAZ (Plataforma de Apoyo a Zapatero) ha sido lanzado al aire por algunos artistas posicionados sin tapujos es el más adecuado políticamente hablando para considerarlo como insignia de unos ideales o de una forma de entender o hacer política, porque la alegría no deja de ser un grato sentimiento que suele llegar propiciado por actos, razones o motivos que la generen, y para qué nos vamos a engañar, políticamente hablando pocas son las alegrías que recibimos, al tiempo que algunos de los alegatos que se exhiben en esta canción difícilmente pueden ser utilizados como defensa a este sentir, porque poco podemos proteger la alegría de los graves diagnósticos o la ajada miseria pues los primeros llegan sin pedir permiso y la segunda se hereda sin remisión.
Pero aún así, donde sí convengo con ellos y sinceramente me gustan son algunas de las defensas restantes y sus diferentes interpretaciones. Me gusta eso de hacer de ella una trinchera en que poder cobijarte en los malos momentos, convertirla en hueco acogedor desde el cual observar al enemigo resguardado entre sus sacos de arena para plantarle cara utilizando un sentir totalmente opuesto a la lucha, que no al razonar, desde esa orilla que por ser la inesperada es la que realmente invalida al contrario, que se prepara para enfrentarse con armas de conflicto.

Me gusta eso de defenderla como un estandarte, porque de sobra son conocidos los muchos logros de las sinceras sonrisas, de las palabras afables y de la cordialidad frente al insulto, la descalificación fácil y jocosa que sólo lleva a ridiculizar al emisor, a pesar de parecer lo contrario, pues se suelen utilizar con dos claros objetivos: o bien, como relleno en ausencia de discursos más sustanciales y ricos en argumentos que no necesiten de necedades para convencer, o bien cuando se quiere recurrir a la crispación de una parte del electorado creando un enfrentamiento visceral y gratuito que anula toda posibilidad de diálogo y entendimiento desde las buenas maneras.

Pero lo que realmente me gusta de esta insignia es el reto de poder defender las alegrías ya conseguidas, esos pasos de gigante que se han alcanzado estos últimos cuatro años para algunos de los sectores más discriminados que existen en nuestra ¿avanzada? sociedad, válgame el ejemplo de los colectivos de homosexuales, transexuales y bisexuales. El pasado viernes tuve la oportunidad de compartir con algunos de ellos, concretamente con el recién constituido LGTB de Alicante, la presentación de su grupo y comprobar en primera persona, al escuchar sus palabras, su realidad. Realidad que actualmente está unida a la alegría de haber conseguido la legalización de sus uniones, consiguiendo con este logro la dignidad y legalidad de sus emparejamientos, y por qué no, de sus separaciones, sus herencias y su viudedad. Realidad que en estos momentos también está unida al temor, temor al retroceso, al paso atrás, a perder ahora esos derechos que han conseguido estos cuatro años de progreso mental, a que esa pesada piedra que empujan, cual incomprensible castigo debido tan solo a su inclinación sexual, a ser como son, a no ocultar esta realidad tantos años callada y todavía cuestionada, se revuelva contra ellos de nuevo, retorno que desde la izquierda podemos evitar el 9 de marzo, evitando con nuestro voto que las amenazas conservadoras de un PP que presume de igualitario con los iguales, apartando a los diferentes, lleguen a cumplirse.

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