Vida de perros

Del chiste al arte de la trampa

Dos compañeras de trabajo se encuentran en la oficina y una dice: ¡Hoy sí que hace frío! ¿Por qué? –Pregunta la otra. Porque he visto a un abogado y llevaba las manos metidas en sus propios bolsillos. Ja, ja, ja, y hasta aquí lo gracioso. Porque sin ofensa ni perjuicio para la profesión –más si trabajan a nuestro favor– sabemos que quien se desenvuelve en los campos legales siempre consigue encontrar un hueco, un hilván, un resquicio, donde atrincherarse, donde aplazar o demorar la causa a la que se enfrenta. De ahí que la fórmula “hecha la ley, hecha la trampa” sea tan popular como frecuentada en nuestro país.
Quizás, siguiendo dicho argumento, que el actual Equipo de Gobierno de Villena cuente con varios letrados pueda explicar por qué ha podido comportarse casi del mismo modo como cuando contaba con la mayoría absoluta. Quizás así nos podríamos explicar por qué los acuerdos de Pleno con los que el presente Equipo de Gobierno no está de acuerdo acaban siendo aplazados, desobedecidos o ninguneados. Argucias legales. Como las que se utilizan en los salones de justicia, o en los pasillos de justicia. Argucias legales, como las que consiguen retrasar los procesos hasta hacer prescribir fechorías como las de los Albertos con las torres Kio, o las del molt honorable Carlos Fabra, todavía presidente de la Diputación de Castellón. Culpables, sí, pero de delitos prescritos. Que nuestra justicia no les pueda condenar no los debería exculpar, socialmente al menos.

Argucias legales que consiguen que la calle Luciano López Ferrer continúe cerrada. Pese a existir una resolución plenaria en contra. Lo que dada la correspondencia de cabezas por concejal significaría, como aprendiz de buen cubero calculo, que nuestro Equipo de Gobierno está incumpliendo la voluntad de setenta personas de cada cien. Representatividad. Un concepto en el que deberían creer tanto la Corporación Municipal como la ciudadanía. En cualquier caso, crean en ella o no, el resultado se vivirá en las propias carnes. Y quizás a veces no sea tan inocuo como el hecho de que pase o no pase el tráfico por un tramo de calle. Y quizás a veces no sea tan lacerante, cuando nos toca –desgraciadamente por segunda vez–, como el incumplimiento de la ordenanza que permite los enterramientos en horario vespertino.

Argucias legales, con vericuetos que encuentran en esos presupuestos municipales inexistentes durante los tres últimos años en nuestra ciudad, una de las fórmulas para no ceder ante las decisiones tomadas en nuestra cámara representativa. Y no sé al respecto si la pregunta que debo dejar en el aire es ¿de qué sirve entonces nuestra opinión, nuestro voto, el Pleno Municipal?, o ¿qué podemos hacer para cortar de raíz este trampeo que evita que la voz mayoritaria alcance sus propósitos?

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