El Volapié

Del coso al aula

Y viceversa, porque –sin ser demasiadas– ya van siendo algunas las iniciativas que se están promoviendo para que la tauromaquia penetre en la aulas y que las aulas tengan acceso a los entresijos taurinos. Esto era pura lógica desde el momento en que desde el Gobierno se concedió la primera Medalla de Oro de las Bellas Artes a los toreros, mediante un acuerdo del Consejo de Ministros a propuesta del Ministerio de Cultura. Esto –que viene realizándose así desde hace décadas– se ve reforzado por la reciente transferencia de competencias taurinas desde Interior a Cultura, por el momento sólo al nivel de la administración central del Estado.
Además, algunas Universidades están creando cátedras de Tauromaquia y la Universidad Nacional de Enseñanza a Distancia dispone de una titulación en Dirección de Espectáculos Taurinos, en cuyas aulas ya se encuentra la segunda promoción. Precisamente durante la Feria de Fallas que acaba de concluir, los alumnos de este curso han realizado sus prácticas en la Plaza de Toros de Valencia tutoradas por Juan Moreno, uno de sus Presidentes.

En este mismo coso, se han organizado visitas guiadas para los alumnos de primaria de algunos colegios valencianos así como para universitarios useños, en este último caso incluyendo la asistencia comentada a los festejos. Entre ellos se deben encontrar buenos aficionados para el día de mañana.

Las corridas de toros conforman el espectáculo más culto de cuantos pueden presenciarse –según palabras del entendido Federico García Lorca– y por ello para la asistencia a las corridas se hace recomendable una formación adecuada.

La inmensa mayoría de los espectadores de un partido de fútbol –por poner un ejemplo trivial– se saben al dedillo el Reglamento aplicable y conocen perfectamente la diferencia de matices entre las jugadas. En los toros sucede exactamente al contrario y el público en general suele ignorar hasta el contenido más fundamental del vigente Reglamento Taurino, lo que conlleva errores de bulto que repercuten en el desarrollo del espectáculo, incitando al respetable a reclamar lo irreclamable y a transigir con lo intransigible, desde el punto de vista formal. De aquí al fraude sólo hay una cuarta.

Siendo esto grave, más nocivo resulta para la tauromaquia cuando el espectador presencia la lidia sin ser capaz de comprender lo que está sucediendo sobre la arena, porque no disfrutará debidamente hasta que sea capaz de descubrir aspectos fundamentales como las condiciones de las reses desde el momento mismo de la salida al ruedo.

Hasta el momento nadie se había preocupado seriamente de ello y por fin son de agradecer este tipo de iniciativas –a diversos niveles– para poner a disposición de quien pueda estar interesado algunas posibilidades de formación. No se trata de convertir a la masa de espectadores en puristas o integristas, tan sólo que sean aficionados de verdad, que quien asiste a una corrida de toros consiga apreciar detalles más allá de la bota de vino. Para su propio deleite, para que incluso en una tarde aciaga al menos alcance a saborear algo tan bello como un buen capotazo oportuno.

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