El Diván de Juan José Torres

Demasiada soga para tan corto cuello

Vuelve a la carga la Cancillera Merkel con sus asustadizos avisos. Vuelve a manifestar que tanto Grecia como España tenemos que seguir haciendo los deberes y que son necesarios más ajustes en la Reforma Laboral, pues dicen desde Berlín que los nuestros todavía son demasiado rígidos. Desde aquí y desde las tierras de Ítaca deberían tratar de convencer a la jefa de que el modelo alemán que quiere que plagiemos es imposible de transportar, entre otras cosas porque el tejido industrial que tienen en el centro de Europa es inexistente en las riberas mediterráneas. Es más, si el 45% de los ingresos de la economía alemana proviene de sus ventas al resto de la UE, debería saber la señora Ángela que sus saneadas arcas se verán mermadas porque su clientela llegará el momento que no podrá pagar sus compras.
Ya metidos en asuntos domésticos, es una locura promover el consumo con tanto impuesto y tanto recorte. La población activa, cada vez más exigua, tiene que hacer frente a peajes abusivos, contribuciones desmesuradas, mantener las cotizaciones a la Seguridad Social para que ésta dé cobertura a desempleados y además con la incertidumbre de si el puesto de trabajo va a aguantar o se va al garete; de modo que consumir, gastar para reactivar el consumo, se antoja inapropiado e imposible, amén que la Banca sigue sin abrir el grifo.

Menos mal que Rajoy reconoce ya “el impacto social de la crisis y los esfuerzos y sacrificios de los españoles” y asume con naturalidad que “es lógico y sintomático de la buena salud de las democracias que exista contestación social a muchas de las medidas políticas tomadas” . Pero que yo sepa la contestación social se hace desde la calle, sin embargo muchos dirigentes del PP prefieren que la ciudadanía se quede en casa, por muy indignada que esté. Gran contradicción entonces, pues un indignado en casa es como hiperactivo sedado.

Si nuestro Presidente acepta que es lógica la contestación social debería entender que ésta debe expresarse en la calle, pues en casa el contestatario se apolilla y nadie sabe ni que existe ni que está cabreado. Entonces, si reconoce que la contestación es lógica, ¿por qué dice también que los que no ganaron en las urnas quieren hacerlo en la calle? Debería entender el inquilino de la Moncloa que la Plataforma de Afectados por las Hipotecas no son ni nazis ni bolcheviques, pues tan sólo pretende una Ley que evite los desahucios y sirva la dación en pago.

Como que los damnificados por las Preferentes tan sólo quieren recuperar su dinero engañado, o los de Afinsa y el Fórum Filatélico; o las mareas blancas o verdes que defienden la supervivencia de la Sanidad y la Educación Pública, que ni Aznar la quebrantó; o que los gays y lesbianas desean seguir casándose por amor; o los que defienden la Ley vigente del Aborto, que quieren evitar retroceder a los años ochenta; o los funcionarios, castigados en sus nóminas; o los autónomos, moribundos de unas condiciones eternamente asfixiantes y ahora agravados con el IVA; o los parados, donde el 50% ya no recibe ninguna prestación; o los jóvenes universitarios, formados y preparados aquí y obligados a emigrar para que la mayoría de ellos se empleen en mini-jobs; o las medianas empresas, al borde del colapso por nula financiación.

Claro que hay angustia y que cada vez más existe esa contestación social. No es para menos. Por eso es necesaria la contemplación de otras fórmulas y otras alternativas, porque seguro que las hay. A cada tuerca de recorte y ajuste más contestación e indignación. Porque no es cierto, señor Rajoy, que “no hay debate en la UE, pues sólo existe una Unión”. Hay debate porque los intereses de unos y otros son distintos. Y como no podemos alargar el cuello, que acorten la soga.

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