Ya les comenté en la columna de la semana pasada que hace unos días tuve el placer de participar en un debate sobre la obra de Alfred Hitchcock. Fue un amigable combate de cuatro rounds versus Luis López Belda, peso pesado de la cinefilia alicantina, junto a quien repasé varios de los hitos de una filmografía extensísima y poblada de obras maestras. El entrenamiento previo consistió en desenterrar y visionar los DVD y BD de algunas de las cintas que me tocaba defender, pues ya habían pasado muchos años desde que las vi por última (y, en ocasiones, primera) vez; y, aunque sea a toro pasado, no puedo dejar de recomendarles algunas de ellas. Con todo, pueden ">ver el encuentro de forma íntegra en YouTube.
Vaya por delante que hasta los más grandes directores y películas de la historia del cine pueden ser víctimas del inclemente paso del tiempo, y un film tan bien considerado como Rebeca se me ha caído un tanto con el devenir de los años. La adaptación de la novela de Daphne du Maurier, que fuese una de las películas más populares de 1940 y ganase el Oscar a la mejor película del año después de arrasar en las nominaciones, se me antoja hoy melodramática en exceso; y las interpretaciones de sus actores, muy especialmente la de Laurence Olivier, me parecen un tanto afectadas. Por su parte, Recuerda nunca fue de mis favoritas de su director, y verla ahora no ha cambiado mi juicio por muchos Gregory Peck e Ingrid Bergman que la protagonicen y mucho sueño diseñado por Dalí que incluya.
En cambio, La sombra de una duda sigue pareciéndome una de las más grandes creaciones de Hitchcock, lo que ya es decir. También se lo parecía al propio director, que la consideraba la favorita de entre todas las suyas, o como mínimo su predilecta de la larga y productiva etapa en blanco y negro. Así se lo contó a su admirador François Truffaut durante una de las entrevistas que ambos mantuvieron y que acabaron recogidas en El cine según Hitchcock, considerado todavía hoy por muchos como el mejor libro sobre cine jamás escrito; e indispensable no solo para los interesados en la obra del llamado “Maestro del suspense”, sino para cualquier estudioso de la narrativa cinematográfica mínimamente riguroso. Hoy, casi ochenta años después de su estreno, la historia del misterioso tío Charlie y su sobrina de idéntico nombre, interpretados por unos maravillosos Joseph Cotten y Teresa Wright, sigue emocionando e intrigando a los espectadores contemporáneos... Mi hijo de once años da fe de ello.
Y aunque adoro La sombra de una duda, no es mi película en blanco y negro favorita de Hitchcock porque mi preferida de todas las suyas es, como ya les he contado alguna vez, Psicosis. Pero es que además he revisado Falso culpable para la ocasión y me ha gustado todavía más que la vez anterior que la vi, y al contrario que Rebeca me parece una de las películas más modernas de su responsable, que no ha envejecido ni un ápice porque es como si el cine independiente norteamericano de los primeros sesenta (con John Cassavetes a la cabeza) y los nuevos cines europeos alumbrados por aquella misma época hubieran bebido directamente de la historia del músico Manny Balestrero, acusado injustamente de varios robos con intimidación. Henry Fonda está magistral, como siempre, en la piel del ciudadano medio injustamente acusado y procesado; y no le va a la zaga una Vera Miles que representa a la perfección la frágil psicología de alguien que entra en una crisis aparentemente irreversible cuando el mundo que la rodea se desmorona. El resultado de esta primera aproximación del cineasta a un caso real es una obra maestra incontestable, que podría haber filmado un hijo bastardo de Robert Bresson.
En cuanto a la etapa en color, y dado que la maravillosa Vertigo me la sé de memoria, opté por revisar La ventana indiscreta. La sensación fue la misma que la que ya atesoraba como recuerdo: la intriga de si el vecino del personaje que encarna James Stewart ha matado o no a su esposa no me interesa particularmente, y casi se me antoja un macguffin de libro -si todavía no saben lo que es, encontrarán la respuesta en el citado volumen de Truffaut- que sirve de pretexto para contar lo que verdaderamente le importa al realizador: que el espectador (no solo el de esta película, sino el de cualquier película) es tan voyeur como el protagonista, pero sin la excusa de la pierna escayolada. Y en este caso en concreto, doblemente mirón: no solo espía a los vecinos de enfrente, sino también las cuitas amorosas y amistosas entre el personaje principal y los encarnados por una deslumbrante Grace Kelly y una Thelma Ritter tan soberbia como de costumbre.
Supongo que no es necesario señalar que aunque hoy he optado por recomendarles concretamente las tres películas que prefiero de las revisadas, regresar (o visitar por vez primera) la filmografía de Alfred Hitchcock resulta siempre un gran placer para cualquier aficionado al cine. Para ello, disponemos de un gran número de ediciones en DVD y BD -la llamada La casa de Hitchcock, en un pack lenticular, es una frikada repleta de golosinas para el cinéfilo más fetichista-; y en la plataforma Filmin están disponibles casi una treintena de títulos. Es decir: material más que suficiente para empezar a disfrutar y no parar. Por tanto, no dejen pasar la oportunidad de acercarse al legado de un genio incontestable del séptimo arte.
La sombra de una duda y La ventana indiscreta (y 12 películas más de Hitchcock) están incluidas en el pack La casa de Hitchcock editado por Universal Pictures; La ventana indiscreta y Falso culpable (y 27 películas más de Hitchcock) están disponibles en Filmin.