Abandonad toda esperanza

Audrey

Abandonad toda esperanza, salmo 855º

Era de lo más lógico que, en estos tiempos en los que tanto proliferan los cómics biográficos, por fin alguien le dedicase a Audrey Hepburn el homenaje (visual) que se merecía. No en vano estamos ante una de las presencias más célebres de la historia del cine; uno de esos contados intérpretes cuya iconicidad va mucho más allá de su (poca o mucha) calidad actoral: en el caso de ellos, son ejemplos paradigmáticos James Dean, Marlon Brando o John Wayne; en el de ellas, además de la propia Hepburn, quién no recuerda a las imponentes Greta Garbo y Marilyn Monroe. En el caso que nos ocupa, y de la que basta citar su nombre de pila para saber que nos referimos exclusivamente a ella (¿acaso lo han dudado al leer el título de esta columna?), han sido la cineasta Eileen Hofer y el dibujante Christopher Longé los encargados de alumbrar una novela gráfica que recorre toda la experiencia vital, tanto la personal como la profesional, de quien protagonizó algunos de los clásicos más populares de la época dorada de los grandes estudios.

El rodaje de una célebre secuencia de “Desayuno con diamantes”, visto por el dibujante Christopher

La obra en cuestión empieza, como era de esperar, por el principio: Audrey Kathleen Ruston, pues ese era su verdadero nombre, nace el 4 de mayo de 1929 en Bruselas en el seno de una familia acomodada pero que por diversas razones no le proporcionará una infancia idílica. Varios años después, y tras actuar en algunas producciones británicas no particularmente memorables, debutará en el cine de Hollywood por la puerta grande: en Vacaciones en Roma se pone a las órdenes del infalible William Wyler y su compañero de reparto es nada menos que el galán Gregory Peck; el resultado es una comedia romántica redonda que le valdrá su único Oscar como mejor actriz (aunque sería nominada cuatro veces más). Después vendrían otros muchos títulos que por una razón u otra son ya historia del celuloide: Sabrina (segunda nominación), la monumental Guerra y paz, Una cara con ángel, Ariane, Historia de una monja (tercera nominación), la mítica Desayuno con diamantes (cuarta nominación), La calumnia, Charada (dirigida por Stanley Donen, pero una de esas películas que sin ser de Hitchcock lo parecen), My Fair Lady, la melancólica Dos en la carretera, la estremecedora Sola en la oscuridad (quinta y última nominación), dos cintas de tono crepuscular como Robin y Marian y Todos rieron y la postrera Always son solo las más relevantes de varias películas que resultaron mejores de lo que habrían sido de no haber contado con su presencia.

Christopher Longé y Eileen Hofer, los autores del cómic biográfico dedicado a la actriz

No obstante, y aunque estos filmes aparecen recogidos de una forma u otra en las viñetas ilustradas por Christopher, el cómic hace particular hincapié en la faceta más privada de su protagonista gracias a la colaboración de Luca Dotti, hijo pequeño de la actriz y custodio de sus documentos personales: su temprana (y frustrada) carrera como bailarina clásica; su primer matrimonio con el actor Mel Ferrer, que trató de controlar con mano férrea el devenir profesional de su esposa; su constante deseo de ser una buena madre para sus hijos, que chocaba de continuo con sus aspiraciones como actriz; su dedicación a causas altruistas, que la llevaron a ser embajadora de Unicef en la última etapa de su carrera; y su lucha contra el cáncer que acabó con su vida son algunos de los episodios de la biografía de Audrey Hepburn que aparecen recogidos en esta novela gráfica de lectura indispensable para los admiradores de su protagonista.

Blake Edwards y Audrey Hepburn, durante el rodaje de “Desayuno con diamantes”

A la hora de elegir el motivo para ilustrar la cubierta de este cómic biográfico, imagino que no hubo mucha discusión a la hora de optar por Desayuno con diamantes. Y es que esta producción de 1961 -que, si no fuese por algunos aspectos concretos, pasaría por un estreno de la semana pasada- no solo es un clásico indiscutible de la historia del séptimo arte, sino la cinta que convirtió a su protagonista femenina en un icono del cine, la moda y, en definitiva, la sociedad del siglo XX. El historiador Sam Wasson lo cuenta con todo lujo de detalles en Quinta Avenida, 5:00 a.m., una suerte de “cómo se hizo” literario tan excelso como aquel El gran adiós que le dedicó a Chinatown de Polanski, y que puede presumir de un reparto de verdadera excepción: además de la propia Audrey Hepburn, hay que destacar particularmente la presencia de los dos padres del film: el escritor Truman Capote, autor de la novelita original (el diminutivo no es despectivo, sino debido a su brevedad); y Blake Edwards, cineasta que alcanzó aquí la cumbre de su carrera. Eso, por no mencionar al partenaire George Peppard (al que los que reniegan del gran cine clásico solo recordarán como el líder del televisivo El Equipo A) y a un Mickey Rooney de infausto recuerdo; el guionista George Axelrod; el compositor Henry Mancini; o el diseñador Hubert de Givenchy, desde entonces vinculado a la figura de la actriz ya para siempre.

La actriz interpretó la canción “Moonriver” de Henry Mancini en una secuencia ya mítica

También se dejan caer por las páginas de este libro Colette, la ya mencionada Marilyn Monroe -que era la preferida de su amigo Capote para encarnar al hoy ya icónico personaje de Holly Golightly-, el gran Billy Wilder, las actrices Doris Day y Patricia Neal o un ofendido Akira Kurosawa. Todos ellos, intérpretes secundarios pero de relumbrón en un relato donde la ciudad de Nueva York es una protagonista más; y en el que los estudios de Paramount se muestran como un espacio de gran creatividad a la vez que un hervidero de recelos hacia una novela cuyos derechos habían adquirido por tratarse de un increíble bestseller pero cuyo contenido sexual trataban de mitigar, cuando no borrar del todo, por miedo al rechazo del respetable (nunca mejor dicho) público. Afortunadamente, y pese a los innumerables problemas que se sucedieron en la producción (al parecer, Edwards no soportaba a Peppard y trató de echarlo del proyecto; y él mismo estuvo a punto de ser sustituido en alguna ocasión), la historia tuvo un final feliz y el film estrenado se convirtió en un gran éxito y, con el tiempo, en un clásico indiscutible. En cuanto a este libro, solo queda señalar que estamos ante uno de esos textos de no ficción que, como suele decirse, se lee como una novela... y, además, de las buenas.

Rex Harrison (dcha.) ganó un merecido Oscar por su interpretación en “My Fair Lady”

Si hay una película de la filmografía de Audrey Hepburn que podría arrebatarle el primer puesto en relevancia a Desayuno con diamantes, esa es sin duda My Fair Lady: juraría que ni Vacaciones en Roma, ni Sabrina, ni Charada, por muchos Wyler, Wilder o Donen que las firmen, cuentan con el aura de mitificación de la que puede presumir el musical de George Cukor prácticamente desde el momento de su estreno. Porque estamos hablando de una producción que obtuvo nada menos que ocho Oscars en la gala de 1965... entre ellos los de mejor película, mejor director y mejor actor protagonista, este último para un Rex Harrison en estado de gracia. Su compañera de reparto, en cambio, ni siquiera fue nominada, muy probablemente por haber sido doblada en la interpretación de las canciones en contra de su voluntad. Al margen de este truco tan propio del Hollywood de antaño, el trabajo interpretativo de la Hepburn es aquí impecable; y no cabe duda de que la relación profesor / alumno que se establece entre los protagonistas es en el imaginario colectivo la versión definitiva -qué Ovidio ni qué Ovidio- del mito de Pigmalión plasmado por George Bernard Shaw en la obra homónima adaptada.

Tal y como queda reflejado en su diario de rodaje, Cecil Beaton sentía una gran admiración por Audrey Hepburn

Quien sí se llevó premio a casa aquella noche, y de hecho recogió nada menos que dos estatuillas, fue el encargado del vestuario y la dirección artística del film: el fotógrafo, pintor y modista británico Cecil Beaton, sin cuyo trabajo la película no habría sido el deleite visual que acabó siendo. Durante la producción del film, Beaton escribió un diario de rodaje que permanecía inédito en castellano hasta el momento, y que ha sido recuperado por Hatari! Books en una de sus lujosas ediciones cuando se cumplen los sesenta años del estreno de la película. Acompañado de ilustraciones y fotografías realizadas por el propio autor, este espléndido libro es un testimonio en primera persona no solo de cómo se organizó tan mítica producción; sino también del funcionamiento de los grandes estudios de la llamada Fábrica de los Sueños y, yendo más allá, de la vida de las grandes estrellas de Hollywood en la ciudad de Los Ángeles. Todo ello expuesto con la prosa afilada de quien fue corresponsal gráfico durante la Segunda Guerra Mundial, fotógrafo oficial de la familia real británica, Caballero de la Legión de Honor y miembro honorario de la Real Sociedad de Fotografía de Gran Bretaña (menudo currículo el de sir Beaton). Para concluir, ni que decir tiene que con estas credenciales, el presente volumen es de lectura imprescindible para los amantes del cine clásico, de los musicales, de la filmografía de Cukor y/o de la propia actriz. O sea: para todo el mundo, porque ¿quién no ha amado alguna vez a Audrey Hepburn?

Audrey Hepburn, Quinta Avenida, 5:00 a.m. y My Fair Lady. Diario de rodaje están editados por Aloha!, Es Pop y Hatari! Books respectivamente.

(Votos: 2 Promedio: 5)

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