Después del fin también hay un mañana
Diría aquél que nos duele Grecia, mientras que el otro diría de carrerilla aquello de cuando las barbas del vecino veas pelar pon las tuyas a remojar. Quizás sea cierto que nos acercamos al final del mundo conocido, pero también pudieron decir eso los intrépidos navegantes, las irreductibles exploradoras; lo pudo decir Nerón mientras Roma ardía a sus pies o lo pudo decir Gorbachov observando a miles de personas arrancando con sus propias manos aquel vergonzoso muro. Porque solo cuando es el héroe o la heroína a quien se golpea con violencia en la pantalla del televisor, y se vuelve a levantar, porque sus motivos son más importantes que su dolor, su sangre y sus dientes; solo entonces nos parece justo resistir hasta el final (también porque apostamos a caballo ganador y sabemos cómo acaba todo antes de los créditos finales).
En España que somos muy de pero mira a Menganita que se ha dejado el trabajo, que era seguro y para toda la vida, por poco que le pagaran; mira qué negocio ha montado que seguro que se muere de hambre, y con dos criaturas, si es que no tiene cabeza; ya verás, ya verás, luego llorando y a chupar del bote
. Que sí, que ya lo sabemos, queridas personas, qué me van a contar. Que aquí lo mismo se trata de malparido al jefe que a la compañera que se sale del tiesto. Y, entonces, qué caso se nos puede hacer de lo que opinemos de Grecia. Pues ninguno. Vamos, por mi parte ninguno. En mis peores pensamientos respondo en silencio: ojalá te vieras tú en semejante situación.
Porque además en España ya sabemos quién tiene razón: quien más billetes tenga en el bolsillo. Y ya puede ser usted un reputado filósofo en el resto del mundo (iba a decir economista, pero ya vimos su clarividencia respecto al actual panorama internacional), que le van a hacer el mismo caso que al beodo del final de la barra. Y si esa millonaria que tanto se ha preocupado y se preocupa de nuestros intereses dice que Grecia nos arrastra al desastre, ¿cómo no hacerle caso? ¿Qué hacer si no? ¿Solidarizarnos con toda esa gente estafada, pisoteada y ninguneada? ¡Por dios! ¡Aquí a trabajar más y a cobrar menos!
Aunque quizás la preocupación también venga por el sentimiento de ser uno de los siguientes países en la cola. ¿Cómo? ¿España? ¿En plena recuperación económica? La verdad es que a veces escribo como si en lugar de escuchar a nuestro presidente me dedicara a mirar las noticias que llegan de la calle. Menos mal que yo soy de comprar el ABC, y aunque digan que la prensa española es la que menos credibilidad tiene, me quedo tranquilo leyendo allí que nuestro ex, el señor Aznar, hace esfuerzos por mitigar esos dos grandes problemas que acechan nuestra España: el populismo y el secesionismo. Eso es High politic, sí señor.