El arrogante que menosprecia al pitufo gruñón
Cuando Pablo Iglesias nació, en octubre de 1978, IU ya tenía ocho años de historia. Escrito de otro modo, cuando el niño Pablo tenía la edad de hacer la primera comunión (desconozco si la tomó o no) la formación de izquierdas ya tenía una sólida trayectoria política que, dicho sea de paso, ha sido una travesía en el desierto. Maltratada por la ley electoral y arrinconada por los dos grandes partidos bipartidistas (UCD se integró a inicios de la década de los ochenta en Alianza Popular), ha estado durante años ocupando ese espacio de izquierdas que abandonó el PSOE, más obsesionado en defender políticas socialdemócratas y neoliberales.
Con mejores y peores resultados electorales, IU siempre ha sido fiel a sus principios ideológicos, preservando principios como el laicismo (el capítulo constitucional del Estado aconfesional es una farsa), el republicanismo, el federalismo, el ecologismo o el antiimperialismo económico. Que sus ideas no traspasaran jamás la frontera del diez por ciento es una realidad, pero nunca engañó a electorado ninguno, dejando claros sus mensajes con mayor o menor acierto. En el Congreso de los Diputados, en los parlamentos autonómicos o en miles de ayuntamientos su trabajo ha sido honesto, democrático y respetuoso con las demás fuerzas, como así han reconocido tanto populares como socialistas.
En abril de 2013 Pablo Iglesias fue invitado al programa televisivo El gato al agua, de Intereconomía, pasando a colaborar asiduamente en este medio y también en El cascabel al gato, de 13 TV, así como en La sexta noche, de la Sexta; Las mañanas de Cuatro o Te vas a enterar, de Cuatro y en La noche en 24 horas, de TVE. Un caldo de cultivo mediático espectacular que supo rentabilizar como nadie y que le sirvió para promocionar su imagen personal y sus ideas políticas, hasta el punto de que en octubre de ese mismo año fue galardonado por el Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid.
Sus mensajes y acertados diagnósticos de las consecuencias de la crisis tenía millones de receptores, pues todos, quienes más quienes menos, de derechas o de izquierdas, jóvenes o viejos, del norte o del sur, estamos hartos de tanto mangoneo, paro, desesperanza e intranquilidad. Ojalá el bueno de Julio Anguita hubiese tenido tantas oportunidades televisivas en su tiempo, aunque ya era hombre maduro y con cara de serio. Pablo, sin embargo, es joven, con coleta y barba descuidada, espejo físico de miles de jóvenes que tienen que irse fuera de España a trabajar o se quedan con contratos basura.
Pero el problema de Pablo, líder incuestionable de Podemos (llegó a amenazar como chantaje emocional que si no se aprobaban sus tesis se iba), es que desde que dio el salto de los platós de a la política su ambición es irrefrenable. Su ambición y todo lo que le rodea: arrogancia, soberbia, chulería y prepotencia; tanta, que se cree que está inventando el mundo cuando el mundo ya estaba inventado antes de que él naciera. Tanta vanidad que si no es por él España no saldrá adelante, tan imprescindible se siente que los demás sobran para transformar la sociedad o cambiar el país. Todos conmigo o sin mí, viene a decir. Es necesaria la unidad popular , pero dentro de Podemos, claro. No queremos suma de siglas, sino Sí se Puede en Podemos . Y para eso cambia el discurso, haciéndolo más ambiguo y menos claro. Unas veces aparece radical, otras moderado; unas veces arremete contra la casta, otras obsequia con Juego de Tronos al rey Felipe VI, haciéndole casi la reverencia.
Plagia el programa de IU, se apropia de él, lo machaca electoralmente y lo menosprecia. Pero en su discurso, nada del programa, pues él gobernará para todos. Ahora, ante la posible consolidación de Ahora en Común, plataforma política de gentes de IU, de Equo y descontentos de Podemos, se pone un tanto nervioso y embiste, como toro de Miura, a los pitufos gruñones por intentar hacerle sombra.
Pase lo que pase y ocurra lo que ocurra no obtendrá mi voto el señor Iglesias. Aborrezco la amnesia, el olvido, el oportunismo y la prepotencia.