El atraso laboral (o la salvaje Reforma)
Ya ha salido adelante y no hizo falta tanta reunión inútil entre Patronal y Sindicatos, habida cuenta que la Reforma Laboral ya estaba cocida y aderezada, y no hacía falta tanto paripé. Salvaje, como dictaban las órdenes de Bruselas y las recomendaciones de Ángela Merkel, que es la que manda. Las reacciones no se han hecho esperar y los que la defienden argumentan que son necesarias, los que la critican refutan su agresividad.
Yo estoy perplejo, aunque la esperaba. Les quiero recordar que el Estatuto de los Trabajadores, de marzo de 1980, amparaba unos derechos a los currantes del país. Esos derechos, ese Estatuto, los han aniquilado en un santiamén, y me produce dolor porque costó sangre, sudor y lágrimas su aprobación. Por tanto voy a dirigirme a los lectores que con su mejor buena intención votaron al PP, pues Rajoy no avanzó ningún detalle en campaña electoral y ahora, sin consultar a nadie, tan sólo a la derecha rancia y a los usureros financieros, afirma que los españoles están de acuerdo. No se puede estar conforme cuando la única herramienta que protege al trabajador la funden sin más y el dinero sigue circulando, cada vez más, en un circuito cerrado de ambiciosos especuladores.
La Reforma favorece el despido, que está en caída libre, sin alegar motivos razonables y su indemnización ha quedado reducida en días y por tanto en cobros; los convenios colectivos, garantizados constitucionalmente en el artículo 37.1, quedan a merced de los empresarios, aplicándose los que éstos impongan; el poder absoluto de los patronos deja sin contenido la vía judicial para arbitrar la procedencia o impertinencia de la rescisión; los nuevos contratos con un año de duración discrimina a los parados de larga duración, así como que dos bajas por enfermedad que sumen nueve días en dos meses puede ser motivo de destitución; si la empresa pierde capital el empleado puede ser echado con una compensación de 20 días por año trabajado, con un máximo de 12 meses; el dueño puede disminuir el salario de los contratados si reduce beneficios durante tres trimestres; la libertad sindical queda en entredicho y la prestación puede suprimirse si se rechaza la oferta irrisoria de un ETT (empresas de trabajo temporal).
Tras este breve repaso, donde siempre gana el empresario e invariablemente pierde el trabajador, habría que preguntarse si estas medidas favorecen el empleo. Rotundamente NO. Si el Gobierno pretendiera generar puestos de trabajo no facilitaría el despido, sino que trataría de mantener las plantillas e incentivar a las empresas, mediante las ayudas correspondientes, para mayores contrataciones. Sin embargo pretende que el despido sea más barato para que se generalicen los contratos temporales, los convenios basuras y chuscos salarios. Si ésta es la intención ¿cómo se va a reactivar la economía, sin creación de empleo estable y sin posibilidad de consumir?
Ahora resulta que los parados harán trabajos comunitarios, algo asombroso. Pues si por una parte se intenta evitar trabajos sumergidos, también es cierto que las ocupaciones en tareas sociales van a impedir nuevas contrataciones para los que buscan su primer empleo. El Valle de los Caídos lo levantaron presidiarios por un plato de comida al día y, con estas medidas, se intuye que no se quieren crear puestos, sino contrataciones a precio de saldo. Como botón de muestra la declaración de intenciones: se podrán bajar los sueldos cuando existan probadas razones, económicas, técnicas organizativas y de producción. Así de sencillo.
Además Rajoy dice que la Reforma es buena, justa y necesaria. ¿Bondadosa para quiénes? ¿Equitativa para los trabajadores? ¿Inevitable para salir de la crisis? Con pagas tan recortadas sólo gastarán los ricos y los minijobs adulterarán las cifras de empleo, pues las personas necesitan trabajos estables pero dignos. En esta guerra ganan de nuevo los poderosos, más que nunca. No se olvide.