El bienestar villenero
No se lo van a creer, pero tal y como están las cosas no se me ocurre de qué escribirles esta semana. De hecho me estaba planteando decirle al director del periódico que en vez de publicar una columna mía, mirara a ver si encontraba un anunciante que llenara el hueco que tan gentilmente me presta cada semana.
Porque al parecer todo va tan bien en esta ciudad que andar buscándole los defectos a quienes nos gobiernan no es más que una pérdida de tiempo. Creo que fue mi vecino del segundo el que, un día por la escalera, me comentaba, no sin cierto cinismo, que poco quedaba por hacer en Villena si la preocupación mayor de la alcaldesa y sus galácticos era arreglar a la plaza para hacer toros y no tener que dejarlos en la calle una vez muertos. Y la verdad sea dicha, todo el mundo, hasta los animales, tiene derecho a tener una muerte digna. Por tanto, si nadie ve problemas y todo son bondades, como dice mi vecino el del tercero, que también vive en un idilio desde que Celia reina en Villena, poco nos queda por hacer a quienes seguimos oliendo a basura en el momento en que cambia el viento. Pero parece ser que esto de las basuras es como lo de los mosquitos de La Virgen, que en el momento llegó el PP a la Alcaldía desparecieron para siempre jamás.
No sé si ustedes lo habrán comprobado, pero cada mañana la ciudad es invadida por un aroma a Heno de Pravia que, en cuanto asomo la cabeza por el balcón para ver que día hace, me quedo absorta del perfume que se respira en mi barrio. Otra cosa que también tiene maravillado a todos mis vecinos es la manera en que virtualmente han desaparecido los papeles de las calles, y digo virtualmente porque una buena parte de mis vecinos no los ve, y otros seguimos viendo los mismos, por no decirles más. Pero da igual, en el momento hablas con alguno y te dice cómo se nota ahora la limpieza de las calles y tú sigues viendo las mismas colillas, los contenedores llenos de resineras y la gente sacando las bolsas de basura a la hora que les sale del forro empiezas a pensar si es que no estaremos viviendo en ciudades diferentes.
Maravillada me tienen mis vecinos de escalera, que en cien días y poco han visto colmados sus deseos. Parece que hayamos pasado de vivir en Mauritania a vivir en Dinamarca. Ahora todo parece un anuncio del Petit Suisse; mi vecino el del primero anda con la zarzuela puesta todo el día, su mujer con la Pantoja, me saludan sonriendo cada vez que me los encuentro por la escalera. El del segundo A silba por la escalera el himno del Real Madrid, y el nuevo del tercero no para de repetir que todo va bien. Pero como dice Isabel, mi vecina del cuarto B, ni hemos pintado la escalera, ni ponemos el ascensor, ni conseguimos que el del tercero baje la basura a su hora, con lo que nos tenemos que tragar los olores de su bolsa todo el día en el contenedor que tenemos enfrente de la puerta. Aunque muchos de mis vecinos piensan que, desde que Celia es CELIA, Villena es Jauja.