De recuerdos y lunas

El breve espacio

El 21 de noviembre de este año que termina el grupo ACHO2O actuó en el Teatro del Colegio Salesiano a beneficio de AFEPVI (Asociación de Familiares de Enfermos Psíquicos de Villena). En el grupo –ampliación de Hacho & Trío– participan íntimos amigos míos. Dígase especialmente Antonio Casanova y Pepe Cabanes con quienes compartí en juventud todo lo que trae la amistad y la música. Valor –el de la amistad– e inquietud –la de la música– que fraguan vínculos imperecederos.

Pepe Cabanes sigue muy inquieto por los escenarios. Unas veces con más teatro que música; otras, con más música que teatro. Esto si pisando cualquier escenario no se convierte todo en teatro. Como el pisar por la vida. A pesar de la personal invitación que Pepe me hizo, no pude ir. Otra vez no pude ir. Pero el amigo, no sé si para reprochar mi ausencia, me mandó en archivo sonoro un fragmento de la actuación, concretamente la canción "El breve espacio en que no estás", acompañado al violín por Manu. Yo contesté su correo diciéndole que me duele el no poder ir a estas cosas. Que yo quisiera poder estar más con ellos. Por ellos y por la música. También por Villena. Pero que descubro que la distancia no son kilómetros, que la distancia es también vida social. Y veo en esto de la vida social, cada vez más, que cada vez más me vengo más para acá. Para la Vega. Y Villena se me aleja. Por muchos motivos Villena se me aleja. Así agradezco que Pepe Cabanes, en cierta manera, me la traiga tan hermosa con su voz. Y en el caso que inspira estas palabras, también con la poesía de Pablo Milanés. Porque escuchando la voz del amigo yo lo veo y, al tiempo, los recuerdos de tantas inquietudes compartidas se acumulan en mi cabeza reviviéndose. En Villena.

Canción de la ausencia, no fue la mía la única ausencia. En aquel concierto hubo otra. Ésta imposible de llenar. Me recordaba Pepe en su invitación que por estas fechas, pero en 1982, habíamos actuado en los Salesianos. Que fue cuando él se vino con permiso de la mili acompañado del salmantino Manuel Díaz Luis, que si aquella noche nos dejó con la miel cantautora en los labios –en especial recuerdo la admiración de Miguel Mira por su voz–, luego nos dejó con la miel de escritor, narrador y poeta, muriéndose demasiado pronto. Ahora localizo una bibliografía más o menos completa de su obra y que en la Villa de Monleón hay un premio de novela corta con su nombre. Pepe nunca se olvidará de él.

Canción de la ausencia, volviendo las tornas, me la quedo para reconocer que en no pocas ocasiones siento que me falta, como amante sin ataduras, Villena –"sus olores llenan ya mi soledad"–. Pero que no se interprete jocosamente este verso ante las realidades que vive la ciudad porque me refiero a esos olores íntimos que deja en nuestras manos, en todo nuestro cuerpo, el ser amado cuando amamos. Esos aromas, especialmente los que sentía de madrugada, que yo quise perpetuar en "Contemplación de la sorpresa". Aquí, entre otras percepciones, olores y dolores.

Esos olores tiernos y también dolores que yo quiero traer, trayendo en muchas ocasiones la memoria, a estas columnas "De recuerdos y lunas". Por esto, aprovechando el fin de año agradezco la fidelidad de los lectores y a quienes –compañeros y compañeras– hacen posible EPdV. Este cordón umbilical que nos desagravia haciendo breves los espacios en los que no está –o no estamos en– aquello que en la ausencia amamos.

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