El buen vivir
Tras la resaca de decepción que nos dejó la COP27, la sensación de impotencia es grande y angustiosa
¡Hola de nuevo, personas lectoras! Tras la resaca de decepción que nos dejó la COP27, les confieso que mi sensación de impotencia es grande y angustiosa, porque los mayores contaminadores del planeta lo van a seguir siendo, pues el triunvirato de países más contaminadores del mundo, que según el ranking 2022 de Climate Consulting son China, EE.UU. e India, lo van a seguir siendo a medio/largo plazo. Pero a pesar de ello, mi carácter optimista se impone, y me voy a sacudir esas sensaciones negativas porque sigo pensando que no todo está perdido.
Estos días he podido seguir noticias, tertulias y debates al respecto, y esta labor de escuchadora activa me ha mostrado que el número de personas muy comprometidas, muy luchadoras y muy concienciadas sigue creciendo, lo que me lleva a compartir una de las conclusiones a las que ha llegado Greenpeace al respecto: “solo se podrá recuperar la esperanza y el progreso si se quita el micrófono a los contaminadores y se entrega a las personas de las comunidades y países afectados”.
Y dado que este medio me comunicación me da ese micrófono, voy a seguir compartiendo con todos ustedes los derechos que nos asisten para poder invocar la defensa de la naturaleza y de todos y cada uno de los elementos que la componen.
Por casualidades de la vida, resulta que esta escribiente va a visitar el subcontinente Indio en próxima fechas, así que podré ser testigo directo del estado de la atmósfera en una de sus grandes ciudades y de la forma de vida de este gran devorador de los recursos naturales, que prometo contarles, desde este altavoz insonoro.
En esta entrega, les quiero ofrecer otro punto de vista desde el que pensar la necesidad de proteger jurídicamente la naturaleza, y para ello les propongo mirar la parte filosófica que sustenta estos derechos para que puedan reflexionar sobre ello.
Hoy les dejo el concepto, de “El buen vivir”, como uno de los elementos filosóficos que cimientan los “Derechos de la Naturaleza”.
Les diré que esta es una tendencia jurídica que busca el giro biocéntrico de las leyes medioambientales, y que aparece en construcción en los ordenamientos jurídicos de los países de occidente.
Les diré también que esta definición tiene su origen en una reivindicación y propuesta de los pueblos indígenas de Suramérica, desde los cuales se plantea la posibilidad de vivir de una manera armónica con la naturaleza. Para nosotros, los occidentales, puede que este modo de entender la convivencia en equidad del hombre y la naturaleza nos pueda parecer algo del pasado, pero la realidad se impone y la necesidad del cambio de mentalidad es preciso, pues hay una realidad que es palmaria: a día de hoy somos más de ocho mil millones de personas, con capacidad de reproducción, que necesitamos para vivir de un planeta que es único y sin capacidad alguna de clonación.
Eso me lleva a la generalista reflexión de que estamos ante una relación que es inversamente proporcional, pues el aumento de uno de sus componentes incide directa y negativamente en la mengua del otro. Un desequilibrio evidente por el que más nos vale abrir nuestra mente a otros puntos de vista.