El COI no tiene sentido
El lema de la candidatura de Madrid 2020 era Madrid tiene sentido, mensaje que el Comité Olímpico Internacional se ha pasado por el forro, ninguneando, por tercera vez consecutiva, las aspiraciones de la capital de España. Aunque fuera nada más que por insistencia debería haber sido elegida Madrid, pues derrotada en las dos ocasiones anteriores tuvo más moral que el alcoyano, mejorando sus armas y subsanando viejos errores. En nuestras fiestas siempre hubo madrinas que fueron escogidas finalmente por pura perseverancia. El empecinamiento de Madrid merecía mejor premio, sin embargo el COI ha demostrado, una vez más, su endiosamiento, prefiriendo unos Juegos con fuertes inversiones frente a otras alternativas basadas en el esfuerzo y la austeridad.
Que Tokio demuestre su poderío financiero y su organizada solidez está muy bien, pero se aleja peligrosamente de la realidad económica de tres cuartas partes del planeta, insulta a países que también tienen un espíritu olímpico, que practican igualmente deporte de élite e intentan demostrar que, con el paraguas de la moderación y la sobriedad, también son posibles, incluso necesarios, unos Juegos perfectamente sostenibles, viables y competitivos. Porque si lo que ha valorado el COI es la garantía de que los nipones ofrecen riqueza, ostentosidad y músculo estructural pierde, con absoluta certeza, su filosofía inicial: la del espíritu olímpico más allá de los avales bancarios, pues en los tiempos que corren es recomendable la mesura frente al abuso. En cualquier caso, la inversión que le quedaba a Madrid era irrisoria, teniendo en cuenta que más del 80% de las infraestructuras deportivas ya están realizadas.
No obstante hay que hacer un ejercicio de autocrítica, pues si bien la embarazosa pregunta del Príncipe de Mónaco respecto a la amenaza terrorista, hace cuatro años, fue la que tumbó la candidatura de Madrid, ahora ha sido la crisis económica de España y la Ley Antidopaje. No son creíbles todavía para los miembros del COI ni los brotes verdes que pregona el Gobierno ni las acciones ejemplarizantes respecto a la Operación Puerto, pues ni hemos salido de la crisis ni han rodado cabezas por los dopajes de algunos de nuestros deportistas.
Así las cosas, para que una candidatura sea convincente no debe dejar fisuras ni dudas en ningún planteamiento, siendo la de Tokio la más explícita y redonda, tanto que ni siquiera la amenaza de fugas radiactivas ha resultado un impedimento de fuerza mayor. Tampoco las revueltas políticas de Estambul ni su peligrosa ubicación estratégica con el conflicto sirio han provocado rechazo a la aspiración turca, quedando su apuesta por encima de la española. Otro de los argumentos en nuestra contra, según mi opinión, es que no tenemos un único representante e interlocutor válido encargado de las relaciones con el COI. ¿Con quiénes han de tratar los mandamases olímpicos? ¿Con el Gobierno central? ¿Con el de la Comunidad de Madrid? ¿Con el Ayuntamiento? Tres instituciones paralelas que a veces se solapan, por más que intenten aparentar una fuerza conjunta.
Para nada ha contado que España sea, desde hace más de una década, una potencia mundial del deporte, tanto individual como colectivo. Los primeros puestos en los ránkings y torneos, en los principales podios, de poco han servido, habiendo hecho los deberes nuestro país con una constancia progresiva de superación. Nada de este esfuerzo se ha tenido en cuenta para nuestras aspiraciones, como tampoco ha intervenido que Japón destaque poco más que en la lucha del sumo para su perjuicio, al igual que las intenciones políticas en Turquía de separar la práctica del deporte por sexos: los hombres por un lado y las mujeres por otro.
Que quede clara la lección para futuros intentos, si es que los hay. Tolerancia Cero para los dopantes, con medidas administrativas antes que las judiciales, siempre lentas y exasperantes. Por lo demás, queda claro también otra cosa: el COI es pura política y, como tal, que le den.