El Volapié

El cristalico

Muchas veces me han leído ustedes opinar sobre la Plaza de Toros de Villena y por eso conocen perfectamente lo que pienso, aunque lamentablemente las únicas consecuencias de esto han sido los disgustos: los de un lado no admitían –ni admiten– que se les pudiese cuestionar y los del otro no toleran –ni toleraban– la afición a los toros.
La nueva Plaza de Toros de Villena se ha construido sobre el derribo de la anterior con un exceso de aditamentos superfluos y con un notable defecto de elementos muy útiles para el desarrollo de una corrida de toros. Entre los primeros se pueden enumerar los destellos faraónicos, la cúpula robotizada, los turbogeneradores, el acristalamiento lenticular, los megaclimatizadores y el hormigón a mansalva.

Entre las carencias destacan especialmente las de todos aquellos elementos que resultan necesarios durante la lidia, como unos corrales, patios, chiqueros, aforo, callejón y barrera parecidos a los que había en la plaza que entre todos demolieron. También le falta torería, porque la torería no puede comprarse. Toda la que le sobraba a la vieja plaza le falta a esta.

Total, para una corrida al año será suficiente… decían, y así el recinto será mucho más útil para el resto de espectáculos. El argumento taurino no era más que una excusa y un arma de combate electoral, porque el criterio de la tauromaquia estaba en segundo plano y a los hechos me remito.

Todos los años –desde que me encargo de esta sección– durante los interesantes corricos que se montan en Hogueras, se han conocido los detalles del cartel del día 7. Sin embargo, este año el secretismo es hermético a la hora en que escribo esto, y tan sólo se conoce que el Ayuntamiento no está contestando a las solicitudes presentadas, que algunos empresarios ya consideran ese silencio como desestimatorio, que las negociaciones son privadas y que como esta adjudicación es libre, ya encargarán la organización del festejo a quien ellos consideren. Lo cual es lógico y normal. Si alguien tiene la espada retrucará y si en la mesa sólo quedan treses, el M.I. se sacará una china, que tampoco pasa nada.

A estas alturas, resulta razonable poner en duda que la afición villenense exista realmente. Se sabe que hay tres mil quinientas personas con la buena y grata costumbre de ir a los toros el día 7 de septiembre a divertirse en el previo de la Retreta, que otros hacen de la corrida un rito social para dejarse ver, así como bastantes son capaces de poner el grito en el cielo al ver que la plaza que consideran suya se llena de punkies pasándoselo teta. Pero la afición a la tauromaquia es otra cosa y en Villena el grado de importancia de estos aficionados está todavía por determinar.

Por eso, cabe la posibilidad de que el cristalico que se ha roto se convierta en el principio de la solución. ¿Cómo va a permitir la autoridad que los daños infligidos al toro se puedan ver agravados con una lluvia de meteoritos?

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