Editorial

El empleo, en barrena

Las cifras, tozudas, desmienten cualquier previsión optimista. Cada mes que pasa, las filas del desempleo se engrosan con no pocos de nuestros vecinos, habiendo alcanzado en abril a 3.693 villeneros, cifra que representa alrededor del 20% de la población activa de nuestra ciudad, cantidad que –a pesar de su irrealidad, porque habría que descontar a los no pocos trabajadores que se engloban dentro de la economía sumergida– es, más que preocupante, casi trágica, máxime si tenemos en cuenta que todo parece indicar que el cambio de tendencia se presenta lejano y que todos los expertos hablan de que lo peor está por llegar, a pesar del alivio que puedan suponer las contrataciones estivales.
A la ya crónica crisis de la industria tradicional, cuyo lento goteo de cierres patronales y expedientes de regulación de empleo prosigue inexorable, se ha unido la imposibilidad de acceder a financiación producto de la restricción impuesta por bancos y cajas, lo que ha dado la puntilla, además de a muchas empresas perfectamente viables, al hasta no hace tanto imbatible sector de la construcción, cuyo batacazo ha conllevado una reacción en cadena que está afectando a pequeños constructores, profesionales de todos los ramos –pintura, fontanería, escayolistas, carpintería…– y comercios dependientes del mercado de la vivienda: electrodomésticos, mueble, decoración, etc., por no hablar de las ventas de coches y vehículos industriales…

Ante la magnitud de la recesión en los sectores industrial y comercial, la agricultura –fundamental en Villena– es el único sector que está aguantando con firmeza los embates de la crisis, pero por sí sola resulta incapaz de asumir la mano de obra desempleada procedente de la industria. En estas circunstancias, esperamos como agua de mayo la inmediata puesta en marcha de los proyectos financiados con los planes estatales y autonómicos de inversión, cuyo comienzo, aún de modo tímido, ya ha dado lugar. También son muy optimistas las cifras que se barajan en cuanto a la contratación que van a favorecer estas obras, porque los propios empresarios interesados coinciden al señalar que, más que crear empleo, estos proyectos van a servir para no destruir más. Tocará conformarse, porque menos da una piedra.

En cualquier caso, y siempre que sirva para frenar esta dramática sangría de puestos de trabajo –no olvidemos que cada nuevo desempleado tiene tras de sí una auténtica tragedia personal–, sean bienvenidas estas inversiones, aún siendo conscientes de que esto no es más que un parche accidental para una situación que nos tiene a todos con el alma encogida y en vilo.

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