El gran engaño
Hoy voy a arriesgarme con mi columna mensual. Sé que cuando Herr Direktor me pida la misma, me encontraré por tierras incas, allá por mi querido Perú, y por lo tanto no voy a tener tiempo para escribirla, así que me lanzo a hacer de adivino político y voy a suponer lo que casi todos los españoles suponemos. Si acierto bien y si no, pues a la otra será.
Si hay algo en la vida que nos aporta una certeza absoluta, son las matemáticas. Nadie en estado de cordura discute, en ningún lugar del mundo, que dos y dos son cuatro. Nadie digo, salvo estos politicastros que nos han tocado en suerte, los cuales en su ceguera política motivada por el ansia de poder, son incapaces de ver que las cuentas no salen. No se dan cuenta de que lo primero que nos enseñaban en la escuela, era que había que sumar peras con peras y manzanas con manzanas y que si no era así, no había suma. Me parece muy bien y estoy seguro de que cumple ese viejo axioma, el que se puedan sumar manzanas reinetas con golden, starking o granny Smith. Esto es, que sumar afinidades políticas es algo legal, lógico y posible, pero sumar manzanas y peras, es difícil. Y eso es lo que ocurre cuando en la suma se quieren juntar partidos de derechas con partidos de centro izquierda y de extrema izquierda.
No se puede sumar Ciudadanos con Podemos. No se puede sumar PP con Podemos. Los nacionalismos extremos son incompatibles con gobiernos de derechas o de centro derecha y ningún gobernante que mire por España debería contemplar, ni de lejos, la posibilidad de una región independiente.
Así que ahí estamos. Desde diciembre, con un gobierno provisional o en funciones que juega a hacer como que gobierna, un PSOE en el que su líder, Pedro Sánchez, tan solo busca salvar su cuello de la defenestración a base de lograr formar un gobierno imposible y en el que si no fuera por el control impuesto por la ejecutiva, se habría tragado con sapos y carretas con el fin de ver al Sr. Sánchez sentado en la poltrona de La Moncloa.
Un Albert Ribera que, desde Ciudadanos, juega a ser el chico bueno y educado, el salvapatrias de turno que dispone de toda la buena voluntad del mundo, que lo hace todo por España, que pasa de ministerios y cargos y que dice y dice tantas boutades, que dudo que él mismo las crea. Más bien veo una campaña electoral orquestada muy tempranamente, mediante la cual querer hacernos ver que ellos son los verdaderos herederos del voto del PP, que ellos saben negociar, que son capaces de sentarse con todo el mundo sin mancharse nada y que son los únicos capaces de lucir una camisa blanca impoluta, aunque mirando un poco hacia atrás, veamos que en las municipales y autonómicas hubo en muchos sitios pactos que dejan que desear y que sumaron manzanas con peras.
La revelación política del país, Pablo Iglesias, que parece que vaya a todos los sitios y no va realmente a ninguno. Que mantiene férreamente el poder en su formación, como si de una dictadura leninista se tratara, y que desde un principio tampoco tuvo intención de pactar nada con nadie. Sabe que no es su momento y sabe que el gobierno que salga de las nuevas elecciones seguirá siendo un gobierno débil, un buen campo de cultivo para seguir calando sus ideas, siempre y cuando las disensiones internas y las investigaciones sobre sus dineros no le corten demasiado las alas.
Y encima de todos, casi como Dios mirando desde ese sillón celestial, el ínclito Mariano Rajoy. Una inactividad febril, y no le he escrito mal, destinada a ver como los demás se van pelando, para quedar él al final como el único con visión de estado, que supo ver que no había nadie capaz de formar gobierno, que al final saldrá con ese casi infantil ya os lo dije y que no quiere darse cuenta de que debería haberse apartado ya y dejar esa presidencia en manos de alguien menos tocado.
Y por el medio, nosotros, el pueblo, los sufridos españoles que volveremos a ver como gastamos de nuevo ciento y pico millones de euros en las nuevas elecciones, como volvemos a dar de nuevo 80 millones en subvenciones a los partidos de acuerdo a la ley electoral y que por el camino seguimos sufriendo el desempleo, las cuentas en Panamá y los millones de Mario Conde. Nosotros, que volveremos mansamente a las urnas en junio para encontrarnos con un panorama similar al actual en cuanto a resultados y que no tenemos el valor de dejar los votos en blanco para decir que sí, que queremos un cambio, pero nuestro cambio, no el que quieran cambiar ellos, los que no saben lo que es el paro, los que cobran 3.000 euros mensuales más dietas y otras prebendas, los que luego se reparten sillones en los consejos de administración, los que se ríen de nosotros cuando nadie les ve. Para tener un gobierno alguna vez que realmente mire por el pueblo y ese día, tan solo ese día, todos, absolutamente todos, nos sintamos orgullosos de ser españoles.