El hámster en la noria
Lo más perverso de todo es que, sin debatir las alternativas, se normalice y se acepte que las grandes concentraciones de paneles solares nos van a sacar de pobres
Algunos señores de mi ciudad hacen una interpretación libérrima de un informe técnico para amenazarnos con que si no permitimos que las multinacionales se instalen en donde a ellas les plazca, tendremos que pagarles no sé cuántos millones de maravedís.
Lo más alucinante del asunto es que parece cosa buena que vengan unos cuantos a ocupar terrenos de labor, o de no labor, para aprovechar la energía del Sol, ese sol que como de todos es sabido, pertenece a las grandes corporaciones y por eso mismo tendremos que pagar los kilovatios que se produzcan a como les dé la gana a los propietarios del Sol. Lo más perverso de todo es que, sin debatir las alternativas, se normalice y se acepte el pulpo animal de compañía de que las grandes concentraciones de paneles solares nos van a sacar de pobres y van a permitir que continúe el crecimiento sin límites del capitalismo salvaje e hiperconsumista que lleva al planeta al colapso.
Los mismos señores parece que están ofreciendo suelo público a una sociedad privada para que construya un hotel que va a dejar una plaza muy arregladita y muy bien urbanizada; como si la única posibilidad de urbanizar fuera poner un ladrillo sobre otro en un entorno histórico y en una ciudad que no tiene demasiados pulmones verdes de los que presumir. Esto nos recuerda otras chapuzas que en su día hicieron antiguos gobernantes. Graciosas donaciones de suelo a empresas que, o no han sido capaces de explotar lo construido o cuyas instalaciones siguen abiertas porque el concejo les suelta cada año el dinerito que se aseguraron en acuerdos draconianos.
También se habla mucho en mi ciudad del puerto seco y de otras historias de animales mitológicos y de tesoros escondidos que, de noche, se cuentan al calor de la lumbre para alimentar la imaginación de las niñas y niños y para mantener viva la creencia de los mayores de que algún día sucederá algo extraordinario que cambiará la vida de todos para siempre… Se habla (cada vez menos) del futuro Museo de la Ciudad que ya abrirá algún día… Se habla de muchas otras cosas que no puedo juzgar por carecer de la autoridad que da el auténtico y genuino RH del lugar.
De manera que tengo que cambiar el paso y desviar mi atención a los asuntos del reino. El emocionante discurso de Nicolás (el otro pequeño Nicolás) Sarkozy, re-cerrando uno de los bolos de “ese partido del que usted me habla” y asegurando que no se arrepiente de nada de lo que hizo para financiar a su partido político y que volvería a hacerlo todo igual, con más energía si cabe, y que ama mucho a España (seguramente porque tiene la sospecha de que en España es muy probable que un presidente corrupto acabe siendo venerado por “pillín” en lugar de ser juzgado y terminar su carrera con un brazalete electrónico y condenado a un año de prisión).
Y mientras “ese partido del que usted me habla” asiste al discurso del pequeño ex emperador francés sin el menor sonrojo y con la misma frescura se niega a apoyar la ley de pensiones que consensuó con el resto de fuerzas políticas en el Pacto de Toledo, el ministro de la Seguridad Social del gobierno se explaya proponiendo un “cambio cultural” para que la gente trabaje hasta los 75 años y se queda corto en su propuesta; porque si de lo que se trata es de que salgan las cuentas sin tocarle el bolsillo a los que más tienen, lo ideal sería proponer que la gente trabajara hasta una semana antes de morirse sin que le diera tiempo ni de empezar con los trámites de la jubilación. Pero a eso no hay que llamarle “cambio cultural”, si no un regreso a las condiciones laborales del siglo XIX, más o menos.
Otro de esos “regresos culturales” se está produciendo mientras este roedor se dispone a terminar sus reflexiones y “ese partido del que usted me habla” cierra su convención nacional, en la plaza de toros de siempre, con el lleno hasta la bandera que aseguran tropecientos autobuses y miles de bocadillos gratis total y con el éxito intelectual que garantiza el programa de la defensa de la unidad de España, la libertad de la cervecita, la libre competencia con subvenciones públicas y la negación de la legitimidad de cualquier gobierno que no sea el suyo y el de sus amiguetes de los escuadrones de la mano tensa. Todo ello aderezado con la presencia de algunos fantasmas que regresan del pasado, como viejas estrellas del rock and roll, para dar mayor prestancia al acto y recordarnos que cualquier tiempo pasado fue anterior e impune.
Así que, con la última hora de unos papeles que han salido volando de la caja de Pandora que aseguran que gentes asquerosamente ricas que se vacunan y que no contra la Covid y que teniendo en común una enorme timidez para mostrar sus enormes riquezas han decidido esconder sus millones en sitios en donde solo ellos pueden verlos, muchas veces tiene uno la sensación de ser un hámster montado en una de esas norias que dan vueltas y vueltas en la jaula; de que todos los esfuerzos por recorrer caminos son ilusorios. Y uno se mira sus uñitas desgastadas por tanto esfuerzo absurdo y, como el pobre ratón desesperado, lo único que desea es que se pegue fuego la casa, la habitación y los barrotes; que no quede ni siquiera la ceniza. Que sea necesario empezarlo todo desde cero.
Por: Felipe Navarro