Vida de perros

El jugador de póquer

Mucho se podría decir sobre la última jornada de Champion vivida esta semana –aunque tras la entrega de estas líneas todavía no se haya resuelto el futuro del Real Madrid–. Podríamos a raíz de los últimos partidos, por ejemplo, establecer relaciones entre el hecho de ganar y sin embargo perder, o entre la correspondencia entre empatar y sin embargo ganar.
Resultaría sin lugar a dudas una reflexión con múltiples aplicaciones que daría lugar a otras tantas cavilaciones. En caso de aplicarlo por ejemplo a la política, nos encontraríamos con un lugar donde los términos ganar o perder corresponden a conceptos con límites poco definidos, dependientes de tantos otros factores que su uso apenas daría valor a una argumentación. Podemos ganar o perder, algo puede ser bueno o malo en función de una meta, y por meta entendemos el fin u objetivo de una acción. Si la meta se refiere únicamente a una acción, como en una carrera de obstáculos, entonces podremos con autoridad determinar si hemos ganado o perdido; pero si la meta corresponde a indefiniciones, a conceptos no compartidos como “el crecimiento de una ciudad”, o “el progreso”, entonces su indeterminación no nos dejará aseverar acerca del asunto más que por medio de lo que la Iglesia llama fe.

Nos vamos encontrando a medida que vamos avanzando en el tiempo con algo que debíamos haber previsto: cuando se realiza un trabajo se alcanzan resultados. Y en efecto en Villena vamos obteniendo resultados. Puede que, como yo en alguna ocasión, ustedes hayan dudado del buen hacer del equipo de gobierno, que incluso hayan necesitado, como este Santo Tomás que escribe, noticias sobre ciertos asuntos que hayamos echado en cara al equipo de gobierno su mutismo. Y eso no es algo que no continúe demandando: información, balances documentados. Pero ahora al fin vamos conociendo resultados, vamos comprendiendo el proceso. Cuando en breve hagamos balance y evaluación muchos rostros quedarán pasmados por su insistencia al repetir que durante cuatro años no se ha hecho nada.

Como en una partida de póquer cada jugador ha ido tomando sus cartas, y ahora, llegada la última mano, llega el momento de ponerlas sobre la mesa. Como un jugador de póquer cada cual ha mostrado su modo de juego: el equipo de gobierno inmutable, exento de muecas, de signos externos; en frente, una oposición agresiva, fanfarrona, increpadora, tozuda y, parece ahora casi al fin, farolera. Como en una partida de póquer, cada jugador y jugadora muestra sus argucias: unos callan, con nervios templados esperan a que vaya desarrollándose el juego, otros levantan la voz, se retractan, amenazan, asienten, niegan, retornan al pasado, vuelven al presente: no saben si pedir o no pedir cartas. Y ahora, llegados al final de la partida, las cartas poco a poco se van destapando encima del tablero y ya no pueden subir más las apuestas, sólo queda un misterio: descubrir qué se esconde tras cada juego.

Como en esta partida de cartas que se juega en nuestra Villena, también veo cómo desaparecen muchos de los faroles a los que jugaba el Partido Popular, y entre ellos podría plantear varios asuntos: ahora que se desarrolla el juicio, ¿ya no les importa el 11-M?, o ¿quién excarceló etarras anticipadamente? Del mismo, porque no podemos negar que los medios de comunicación no jueguen a estos juegos, preguntaría si es que al personal del ABC de Zarzalejos se le escaparon las declaraciones de Aznar sobre la guerra de Irak; y al que siempre nos hizo creer que era dueño de un periódico y no es más que el amo de un panfleto le preguntaría: ¿cómo puede su Mundo transcurrir tan errático, cambiante y desacertado?

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