El máster de Cristinita
Debo empezar diciendo que nunca he creído en esto de los másters y salvo algunos, muy pocos, de verdadero prestigio, siempre he pensado que son una forma más de obtener ingresos por parte de universidades y otras instituciones.
Dicho esto, creo que el máster no es ni más ni menos que el reconocimiento de la universidad en cuanto a la falta de preparación con la que nuestros licenciados salen a la calle tras sus años de carrera, por lo que es necesario complementar estos estudios con otros que les doten del conocimiento total con el que deberían haber salido a la calle, de ahí que en muchas empresas no cojan a nadie que además de la carrera no haya cursado uno de esos másters, creando así un mercado activo para estas titulaciones que obliga a las familias normales a embarcarse en gastos y préstamos para que los hijos puedan tenerlo más fácil a la hora de acceder al mercado laboral.
La maestría, que eso sería la acepción más española del máster, siempre se obtuvo a base de años de práctica, de hecho, hasta uno de nuestros refranes lo dice de manera muy clara: la práctica hace maestros. Y eso era lo que se hacía, que uno no lograba lo que no dejaba de ser más que un reconocimiento interno, hasta haber demostrado con creces los conocimientos necesarios y, sobre todo, la práctica necesaria. Hoy sin embargo me llama la atención el que nuevos desempeños, con poco tiempo de actividad en el mercado, ya tengan su debido máster. Así y como ejemplo, existe ya un máster para influencers, esto es, un empleo por llamarlo de alguna forma, al que acceden personas que en muchos casos no tienen casi estudios y que lo único que atesoran es la reconocida capacidad de dar en el clavo con un tema concreto y hacerlo con la suficiente gracia como para ser seguidos por mucha gente y lograr influenciarlos sobre esto o lo otro. Pues bien, ahora resulta que hasta para eso hay un máster, aunque mucho me temo que sea una forma más de sacar dinero a una juventud que apuesta siempre por la ley del menor esfuerzo.
Y en eso de los másters anda media España, hasta que aparece por el medio el de Cristina Cifuentes, quien a la vista de lo que va apareciendo, ni se matriculó en el tiempo adecuado para ello, ni se presentó a las clases, ni se examinó, ni presentó el trabajo final y así y todo, como si fuera un acto del mismísimo David Copperfield, sale el flamante máster en Derecho Público del Estado que ahora ha creado todo el revuelo mediático desatado. Como en esta vida todo tiene su cara buena, la parte positiva ha sido ver cómo se abrió la carrera entre nuestros políticos de todos los colores para rápidamente empezar a desmentir y, conocerse con ello, lo engañados que nos tenían en cuanto a sus brillantes currículos.
Así resulta que a Pablo Casado y en la misma universidad que a Cifuentes, la URJC, de 22 asignaturas le convalidan 18, ojo 18, el 81,8% de las que había que cursar, así que con 4 asignaturas le dan un máster similar al de Cristinita y además nos enteramos de que su famoso posgrado en Harvard es un simple curso de 4 días de duración. Siguiendo con la lista, José Manuel Franco, que era licenciado en matemáticas, resulta que no tiene el titulo pero sí dio clases. Toni Cantó una pedagogía que no tiene, Juan Merlo lo mismo con una ingeniería, Tomás Burgos una inexistente carrera de medicina, Gema Igual una inexistente carrera de maestra, Elena Valenciano, dos, no una, dos carreras que resultaron ser ninguna y así con una larga lista de políticos que, simplemente por vergüenza, deberían dimitir de sus cargos, pues a fin de cuentas han engañado a los votantes, así de simple, y no vale que algunos digan si el engaño es mayor o menor, no. Si los que deben dar ejemplo, si aquellos a los que confiamos el barco de la nación, mienten en asuntos tan nimios, que no será en los que sean realmente importantes.
Por el camino, entre todos han desvirtuado el valor de un máster, han destapado el caso de una universidad que a mi juicio debería ser investigada y han echado por tierra el esfuerzo de unos estudiantes y de sus padres al esforzarse en obtener un máster, pues ahora mismo y visto lo visto, durante un buen tiempo habrá serias dudas sobre el nivel de exigencia de estos estudios.
Y mientras todo este circo se montaba y ocupaba portadas de periódicos, pues se dejó de hablar de los que aun teniendo máster están sin empleo y deben irse fuera de España, de los cuatro millones de parados que no encuentran trabajo y de los cuales muchos ya no cobran ninguna ayuda, de los niños españoles que siguen pasando hambre, de los jubilados con pensiones de miseria que acuden a comedores sociales, de los que desahuciaron esos bancos que recibieron ayudas con nuestro dinero y que nadie habla de que lo devuelvan, de los sueldos de miseria que se pagan y que hacen que ser trabajador sea en muchos casos sinónimo de pobre, de los contratos basura que se firman diariamente y de muchas cosas más que son las que PP, PSOE, Cs y Unidos Podemos deberían estar discutiendo día a día en el congreso y no simplemente perdiendo el tiempo en ver si Cristinita dimite y consiguen colocar en su poltrona a uno de los suyos, a poder ser con toda la titulación en regla. Un esperpento y una vergüenza.