En la mañana del pasado viernes 14 de julio, cuando todos ustedes debían estar leyendo con avidez mi columna anterior y penúltima de esta temporada, yo intentaba relajarme y olvidarme del mundanal ruido disfrutando de Mundial de Baloncesto 2023. No, no es que me haya dado ahora por este deporte -eso se lo dejo a mi hermano, que es entrenador-; es que así se titula el más reciente álbum de Mortadelo y Filemón, dos personajes que me acompañaron fielmente durante muchísimos años de mi infancia proporcionándome infinidad de horas de diversión, hasta que llegado un punto yo les di la espalda tras quedar deslumbrado por nuevas lecturas que, por cosas de la edad, me empezaron a llamar más la atención. De hecho, solo recientemente había vuelto a ellos y de forma intermitente para comprobar no ya cómo habían envejecido ellos, sino más bien cómo había envejecido yo.
Pero quién me iba a decir a mí, aquella mañana del viernes, que veinticuatro horas después iba a fallecer el autor de la obra; y que, por tanto, el álbum que tenía entonces en mis manos era nada menos que la última aventura de estos personajes tan entrañables y mundialmente famosos. Y es que la legión de admiradores de Francisco Ibáñez, como en su momento nos ocurrió a muchos aficionados al medio con Stan Lee -otro grande del cómic con sus luces y sus sombras-, pensábamos que el padre de Pepe Gotera y Otilio, el botones Sacarino, Rompetechos (el favorito de su creador, por cierto) o los inquilinos de 13, Rue del Percebe era inmortal. Pero no: lamentablemente, Ibáñez ya no está entre nosotros, pero como ocurre con todos los artistas nos quedará su obra para siempre. Y este Mundial de Baloncesto 2023, repleto de sus gracias recurrentes y su gusto por el detalle -esos pequeños chistes gráficos que aparecen hasta en el último rincón de las ilustraciones del maestro-, no es sino la última entrega de un legado de valor artístico y cultural incalculable. Vaya, que se hagan con él para completar su colección... o para empezarla, que todavía están a tiempo de recuperar a ese niño que una vez fueron.
Como era de esperar, los medios de comunicación nacionales dedicaron docenas de páginas impresas y digitales y muchos minutos de programas de televisión a cubrir el deceso de Ibáñez, incluyendo un homenaje de La 2 con la emisión del programa de Imprescindibles dedicado a su figura (que pueden ver en la web de RTVE.es) y una de las adaptaciones al cine de su creación más célebre; qué menos, tratándose de alguien que con sus viñetas ayudó productivamente a alfabetizar a varias generaciones de españoles. En cambio, mucho más discreta fue Aline Kominsky-Crumb: la que fuera esposa del pope del comix Robert Crumb nos dejó el pasado mes de noviembre; y al menos en España, su fallecimiento pasó desapercibido incluso para el grueso de aficionados a la historieta. De hecho, fueron muchos los medios, incluido este, que no se hicieron eco de la noticia; en mi caso porque decidí esperar a que hubiese una obra accesible que recomendarles, dado que ese y no otro es el mejor homenaje que se le puede hacer a todo creador fallecido.
Con anterioridad ya podíamos leer ¡Háblame de amor!, la obra que firmó a cuatro manos junto a su esposo Robert Crumb. Pero afortunadamente, desde hace unos meses y de forma póstuma, ya disponemos por fin de un volumen que recopila su obra en solitario; esto es, todas las historias protagonizadas por el álter ego ficcional de quien acabó siendo la guionista y dibujante de cómics de autoría femenina más importante de todo el cómic underground de los años setenta. Estamos hablando de Querido Callo, un tomo de más de doscientas páginas más o menos autobiográficas en las que Aline Kominsky revela de forma desenfadada cómo vivió su paso de la infancia a la madurez pasando por el siempre agitado período de la adolescencia; un proceso de crecimiento y autodescubrimiento marcado por su inseguridad y su relación con el propio cuerpo, pero visto siempre desde la más absoluta honestidad y con el sentido del humor irreverente y el retrato explícito y sin tapujos del sexo que ha caracterizado desde siempre al cómic estadounidense más alejado del mainstream. En resumidas cuentas: una lectura, más que recomendable, fundamental... pero, eso sí, exclusivamente para lectores adultos.
Otra mujer que durante mucho tiempo vivió a la sombra de su admirado compañero fue la actriz y cantante Jane Birkin: quien empezó siendo una de las musas del Swinging London gracias a sus breves pero inolvidables apariciones en cintas de Richard Lester y Michelangelo Antonioni (ya saben, la muy imitada pero inimitable Blow Up) acabó emparejándose romántica y artísticamente con Serge Gainsbourg; y la popularidad del Je t’aime... moi non plus que grabaron juntos, jadeos mediante, acabó devorando todo lo demás. Y eso que, al margen de sus otros muchos discos en solitario, la Birkin actriz llegó a trabajar con Jacques Doillon (que fue otro de sus célebres compañeros sentimentales), Àgnes Varda, Bertrand Tavernier, Alain Resnais, un reincidente Jacques Rivette y otros grandes realizadores del cine de Francia, el país que la acogió con los brazos abiertos y donde residió hasta su muerte... apenas un día después de Ibáñez.
Por fortuna, y a diferencia de lo ocurrido con Aline Kominsky, la protagonista de La bella mentirosa pudo llegar a ver la edición española del primer volumen de sus diarios, un magnífico ejemplo de literatura confesional donde la autora nos revela en tiempo presente sus reflexiones desde la infancia (empezó a escribir estos diarios a la temprana edad de los once años) y hasta los primeros ochenta, cuando se produce la ruptura con Serge Gainsbourg y el comienzo de una nueva etapa vital. Un largo período de tiempo marcado no solo por su relación con Gainsbourg -con quien tuvo una hija, Charlotte-, sino por una búsqueda de su lugar en un mundo que se veía convulsionado por el Mayo del 68; y que se ve reflejado en unos diarios anotados por la propia Jane Birkin, también autora de las ilustraciones que acompañan a los textos, de cara a su publicación original. Ya saben: el mejor homenaje que pueden brindarle es leerle, y ahora podemos hacerlo traducida a nuestro idioma.
Hablando precisamente de esta traducción, y para despedirme de ustedes hasta pasadas las Fiestas de Moros y Cristianos de Villena: les emplazo desde ya, gracias al chivatazo del amigo librero Pepe Aracil y porque no habrá columna previa mediante la que poder avisarles, a vernos en la presentación de los diarios de Jane Birkin el miércoles 6 de septiembre en la librería alicantina Pynchon & Co a cargo de su editor y traductor, Felipe Cabrerizo. Ya iba siendo hora de que quien es también autor de una biografía de Gainsbourg, el biógrafo oficial de Loquillo y el cómplice de Santiago Aguilar a la hora de escribir aplaudidos libros y artículos sobre cine se dejase caer por estos lares para hablarnos de sus muchos proyectos... El último, nada menos que fundar la editorial Monstruo Bicéfalo que se estrena precisamente con esta referencia, y donde esperemos que acabe apareciendo también el segundo volumen de los diarios que la actriz dejó escritos y publicados más allá de nuestras fronteras. En fin, lo dicho: me despido de ustedes por el momento, deseando que disfruten de lo que queda del verano y que nos leamos a la vuelta de las Fiestas.
PS.- Después de escribir estas líneas descubro que mi compañero de columna Mateo Marco Amorós también se ha hecho eco de la defunción de Francisco Ibáñez y Jane Birkin. Tampoco me extraña, pues es lo que suele pasar con aquellos que dejan huella: que enseguida se les echa de menos.
Mortadelo y Filemón: Mundial de Baloncesto 2023, Querido Callo y Diarios 1957-1982 (Munkey Diaries) están editados por Bruguera, Reservoir Books y Monstruo Bicéfalo respectivamente.