Vida de perros

El Mercado Medieval 2011

Bastó apenas una edición, si me apuran dos, para que a nadie se le escapara que la idea de realizar en Villena un mercado medieval como los que se venían realizando en poblaciones más y menos cercanas, había sido una de las ideas más lúcidas, oportunas y beneficiosas de las que se ha nutrido nuestra ciudad. De hecho, y como elementos sumatorios, piezas que dan sentido y cuerpo, el Mercado Medieval se vinculaba con las fiestas del Barrio del Rabal, dando cabida además a actividades de algunas asociaciones cuyos intereses se circunscribían a la mejora de distintos aspectos del barrio. Una suerte de coincidencias que resultaban idóneas para el desarrollo de la actividad.
Porque en la mayoría de los casos no basta con que un “Ayuntamiento” proponga una actividad que realizar en tal fecha y en tal espacio. Es decir, que no es suficiente con que lo haga, ni siquiera con que lo pague. En la mayoría de los casos el éxito de una actividad depende del interés y la participación de la ciudadanía. De un interés que va más allá de lo estético y lo festivo, que lleva a una participación que pasa de pasiva a activa.

Porque para sentir una actividad como propia debemos participar en su diseño, en su preparación, debemos cuidar su desarrollo, debemos valorarla, evaluarla e intentar corregirla, guiarla y mejorarla. Y esa es una tarea de la que sólo se pueden ocupar aquellas personas que estén involucradas en el proceso. Por eso hay que felicitar a los vecinos y vecinas del Rabal y a cuantas personas o asociaciones participan en el trabajo y en las dificultades que conlleva la realización de esta celebración.

Y aunque haya momentos en que las calles resulten intransitables debido a la afluencia de público, aunque las colas para comprar unas tortitas a la Asociación de la Ermita de San José sean eternas, aunque sea casi imposible presenciar los espectáculos o participar en algunas actividades, debemos valorar la capacidad de convocatoria del Mercado, debemos sentir orgullo además de por el éxito de la convocatoria por la particularidad del entorno en que se desarrolla: el casco antiguo, los edificios, las calles, las plazas, el Castillo… Y en caso de necesitar un descanso, abandonar por unos instantes el recorrido y tomar un refresco en cualquier rincón, igual que hicimos nosotros en el callejón de La Leprosería cuando pedimos asilo y cerveza en el local de los Alpisteros.

Nuevo éxito en definitiva que asegura diez años más de vida al Mercado, que deberá seguir descubriendo esos cientos de nuevos rincones y esas cientos de nuevas actividades para además de convertirse en un clásico, convertirse en una actividad dinámica y viva, ya saben: hay que saber reinventarse.

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