El miedo del periodista deportivo frente al verano
Este es un buen año, les podría decir cualquier comentarista deportivo. Eurocopa, Olimpiadas, además de los grandes premios de Ciclismo y Fórmula 1 acostumbrados. Un buen año. Sin duda. Que nos permite ahorrar los esfuerzos de sonsacar informaciones, intenciones o esperanzas de los protagonistas deportivos (a las claras: hombres y futbolistas); que nos ahorra el atrevimiento de levantar portadas o columnas soportadas por los inestables cimientos del rumor; que nos evita la confección de tablas comparativas y otras infografías, con más intención de llenar páginas que de compartir un análisis serio (realizadas desde la curiosidad y la obsesión en el mejor de los casos). Un buen verano. Un buen año. Goma de mascar y adrenalina.
Y es que hay que reconocer que la llegada del verano es dura para el mundo informativo. Ya saben, queridas personas, llegan las suplencias que cubren las vacaciones del staff de nuestros programas preferidos, o de nuestros cargos políticos más temidos; aparecen los suplementos estivales, algunos incluso mostrando sin disimulo su intención de sobrevolar esos dos meses en que las noticias escasean tanto como aumenta la necesidad de dispersión del respetable. El verano. El calor. El agua. La rutina acumulada. Los días enormes y las noches vibrantes. Y refrescantes. El verano al fin. Donde la información que los medios nos han ido repitiendo a lo largo del año nos parece todavía más reiterativa: prima de riesgo, Europa, desempleo, sinvergüenzas saliendo del trullo si en el mejor de los casos habíamos conseguido meterlos, y las noticias sobre incendios que desgraciadamente se intercalan con las distintas etapas ciclistas. El verano español. De playas llenas. De declaraciones comedidas por parte del gremio hostelero. De huevos que se fríen sobre el capó de los coches y de grandes fiestas que comienzan con Fogueres y siguen con San Fermín y la Tomatina, entre tantas para terminar con las que acompañan o acompañaron a la vendimia.
Entre tanto durante el verano también ocurren cosas. También cosas importantes. Del mismo modo que ocurrieron ahora: mientras Nadal, Alonso o la Selección tenían en marcha sus combates. Y entre tanto también hay alguien tan taimado como para aprovechar el momento en que nuestros ojos se cierran, se interesan en otros asuntos, o simplemente descansan, se relajan difuminando todo cuanto alcanza su campo de visión. Mientras tanto durante el verano hay alguien que no duerme (como cantaba Evaristo cuando La Polla todavía era Record). Alguien que sigue velando por nuestras vidas. Y el problema, queridas personas, no es que Alguien se preocupe por nuestros intereses, sino que ese Alguien continúe preocupando por unos intereses que no son los nuestros tal y como ha ocurrido hasta ahora... Tres meses de verano que según Lagarde constituyen el plazo para salvar la moneda de esta Europa que paga su deuda con más deuda.