El paternalista disfraz de la Mordaza
En atención a la demanda ciudadana. En atención a la seguridad civil, de esta población que en ocasiones nos comportamos como un niño de dos años corriendo por el borde de una piscina, como una niña de tres años cruzando de pronto al trote la carretera. Por nuestro propio interés, en aras de nuestra propia seguridad. En atención a los resultados de los últimos comicios municipales y autonómicos. Este uno de julio se han presentado en el Congreso, y aprobado, unas medidas que han sido recogidas en lo que popularmente hemos denominado Ley Mordaza. Eufemismo de un nuevo régimen sancionador, coercitivo e interesado, tan al gusto de cualquier autoridad como para hacerme dudar incluso de que un nuevo gobierno haga demasiados esfuerzos por derogarlo.
Al hilo de Venezuela, de aquella lejana acampada en Sol, de los ofrecimientos de Putin a Grecia, de esos grupos de las PAH (Plataformas de personas Afectadas por las Hipotecas), o de esos otros grupos en las puertas de las instituciones o de las viviendas de quienes nos han robado, nos han insultado y nos menosprecian. Al hilo de estas y algunas otras expresiones populares, se ha configurado esta Ley contra el agrupamiento masivo en las calles, las opiniones expresas y personales contra la monarquía y personalidades políticas presuntamente temporales, las manifestaciones públicas en desacuerdo con las políticas oficiales
Para eso están las urnas, dicen. Y eso es lo único que nos queda esperar, desde este uno de julio: que llegue noviembre, para que quepa la esperanza de que las mini-dictaduras, los privilegios desmesurados y la indiferencia hacia los problemas mundanos, desaparezcan de nuestras instituciones.
Porque lo que ha ocurrido este uno de julio nos conduce, inicia el camino, hacia esos mundos que solo conocíamos por novelas de ciencia ficción. Y no es broma. Anular la crítica y la capacidad de protesta de una población frente a esa minoría que debe representarla y cuidarla. Anular la voz responsable de la ciudadanía frente a esa minoría que debe proteger los intereses comunes y encaminar a su población hacia el mejor de los futuros posibles. Esa es la puerta que el uno de julio se ha abierto. Dejar de ser partícipes. Callar y otorgar. Frente al aumento de familias millonarias y el aumento de la pobreza, callar y suponer que las leyes y la organización laboral y las bases impositivas nos hacen iguales y nos brindan las mismas posibilidades a toda la población. Y callar. Gritar si queremos bajo la Mordaza.
No he estudiado si la maldita Ley permitirá además que las bocas del régimen puedan seguir escupiéndonos y tratándonos como a estúpidos mojones desagradecidos. Puede que sí. No creo que Sostres, Inda o Jiménez Losantos incumplan el real mandamiento con esas pútidras opiniones suyas tan inmediatas, tan faltas de temor a la posteridad. Puede que todo vaya a peor, no porque usted, querida persona, gane menos o pueda comprar más baratos productos básicos cada vez más pervertidos. Si no porque sienta que nos hemos dejado llevar hacia un mañana más abominable y oscuro.
Nos quedaba a voz de pronto acudir a las manifestaciones convocadas por la plataforma Democracia Real Ya. Para organizar, junto a unas decenas de ciudades y provincias españolas, las acciones de protesta contra la Ley Mordaza que nos protege desde el 1 de Julio. Yo fui, por supuesto, secundando la convocatoria lanzada a través de los medios. Hagamos de mañana un día mejor. Ustedes. Yo. Como si fuéramos parte de los factores que lo hacen posible. Sabiendo que lo somos.