Apaga y vámonos

El pueblecico

Aunque a muchos nos duela, lo cierto es que la Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima Ciudad de Villena no es una ciudad, sino un pueblo, un pueblo con muy poco peso para hacer valer sus demandas ante instancias superiores, un pueblecico por culpa de la actitud de algunos de sus habitantes.
Seguro que me darán la razón si afirmo que, en Villena, al primero que levanta la cabeza y la asoma un poco, le caen palos hasta en el carné de identidad. Cuando a algún empresario o familia le da por destacar –llámense Athenea o Ferri, por citar dos casos más que conocidos–, lo normal es que comiencen a circular de inmediato extraños rumores, despropósitos intencionados del tipo sé de buena tinta que y demás morralla, que no tienen más explicación que una lastimera envidia hacia todos aquellos que han sabido hacer bien su trabajo. Cualquier persona normal, con dos dedos de frente, estaría deseando que surgieran decenas, cientos de empresarios como los arriba citados y otros tantos, ya que sus ideas y su valor son garantía de crecimiento económico y riqueza para todos. En el pueblecico, en cambio, les criticamos y deseamos con ansia (casi siempre en secreto) que alguna apuesta les salga mal, aunque ello suponga dejar en la calle y sin ingresos a muchas familias.

Esta envidia tan nuestra se da también a menudo en el mundo del arte y la creación, donde cualquier pintamonas de tres al cuarto se cree con derecho a cuestionar toda una carrera y el reconocimiento unánime de crítica y público por el simple hecho, y creo que no me equivoco, de no haber alcanzado, ni de lejos, el mismo nivel artístico y creativo. Vean si no algunos de los foros que ha suscitado la inauguración de la exposición en la Casa de la Cultura de Rafa Hernández, donde, además de amigos y admiradores exponiendo su felicitación, se ha colado algún envidioso que no hace más que echar pestes, escondido, eso sí, bajo el anonimato de la red. Sin dejar de lado el arte, ya hay por ahí otro inquisidor renegando tras el triunfo por segundo año consecutivo de mi querido Pablo Domene en el concurso de carteles de Semana Santa, triunfo que se llevó de calle con la unanimidad de la práctica totalidad del jurado para disgusto de algún mediocre que anda ahora rumiando su envidia y su rabia por los rincones… Y más que rabiará, seguro, porque estoy convencido de que ésta no es la última alegría que nos dará Pablo.

Hablando de carteles, sabrán quienes siguen estas columna que servidor no se peina muy bien con las chicas del Consejo de la Mujer por aquello de las extrañas bases que elaboran para sus concursos, pero para que no se diga y luego no se me acuse de no sé qué, hoy voy a felicitarlas públicamente, porque creo que han sabido elegir un cartel magnífico para conmemorar el 8 de marzo. Vistos los carteles que concurrían, creo que el jurado (no deja de ser curioso que no se conozcan sus componentes, pero ésa es otra historia) ha hilado muy fino para elegir finalmente un trabajo brillante, un fantástico diseño realizado por una chica –Mª Virtudes Gil– que refleja a la perfección el sentido de la convocatoria. Enhorabuena a la ganadora y al jurado.

Y enhorabuena a Pablo Domene. Y a Rafa Hernández. Y a todos los que han hecho posible todas las Ferris y las Atheneas que hay en Villena, luchando, además de contra los problemas habituales de toda empresa, contra la envidia y la mediocridad de algunos paletos que quieren convertir a nuestra ciudad en aldea.

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