El Sello FID
El Sello FID más bien parece ser un condicionante para los creadores y las creadoras
Llevo largos días rumiando sobre el propósito del Consejo Municipal de Igualdad de certificar con un sello las actividades culturales presentadas por agentes culturales de Villena. El sello FID (correspondiente al Plan de Felicidad, Igualdad y Diversidad) tiene como objetivo orientar al público y facilitarle su elección en el momento de asistir a las diversas propuestas culturales que se oferten en nuestra ciudad. Es decir, que una vez que una persona ha ideado, diseñado y preparado una actividad, debe presentarla al Consejo y entonces por medio de ciertos criterios, concretamente diez, este decidirá si tal trabajo merece o no certificarse con dicho sello…
La verdad es que cuando escuché la noticia me quedé sin palabras. Creo sinceramente en la necesidad de trabajar a favor de la igualdad y del respeto, de denunciar las incoherentes e injustas situaciones que nuestro sistema social asume con normalidad. Creo sinceramente que el Plan FID es pertinente y que el feminismo es el camino acertado, el único que asegura un futuro. Igual que creo que la Cultura es una de las vías oportunas para la reflexión, para crear criterios y para inclinar nuestra sensibilidad hacia grandes valores humanos. Y que las propuestas culturales, muy por encima de la palabrería ligera, o las argumentaciones capciosas e interesadas, plantean mundos posibles y exponen caminos acertados o equivocados sobre los que meditar. Las propuestas culturales, queridas personas, no embaucan, no adoctrinan. No deberían hacerlo al menos.
El anuncio del Sello FID, aun presentado como una ayuda al potencial público consumidor de cultura, más bien parece ser un condicionante para los creadores y las creadoras, puesto que es este colectivo el que debería buscar cumplir los criterios del Consejo para obtener su certificación (requisito que me recuerda al “reconocimiento de utilidad pública municipal” que nuestro Ayuntamiento pretendió que consiguieran las asociaciones en el Reglamento de Participación Ciudadana de 2017). Puede que gran parte de las asperezas que siento al informarme sobre la implantación de este sello tengan su origen en el modo indirecto con que pretende influir en nuestra vida social: por un lado el público debe tener presentes los diez criterios propuestos (difícil propósito sin un mayor esfuerzo) y estar sensibilizado con ellos; por otro lado, la parte la creativa debe considerar tales criterios y comprometerse con ellos (a las bravas, con la escasa formación e información ofrecida).
Así que después de largos días rumiando sobre esta iniciativa, comienza a parecerme una piedra lanzada al estanque, menos que eso quizás. Y me molesta. Me molesta porque creo que sí hay una labor que realizar: para incentivar esas ideas feministas que ya despuntaron y que afortunadamente no paran de ganar adhesiones; para poner en evidencia que nuestras acciones y elecciones no caen en el vacío, sino que contribuyen a definir nuestra sociedad; y para combatir estas nuevas tendencias ideológicas que lejos del injusto status quo del presente en materia de igualdad, buscan retroceder a los remotos tiempos de la uniformidad y del macho incuestionable.